Tener un colmado de colmillos. ¡Ah! los colmos, me encantan... a menos que me colmen la paciencia, por supuesto. Colmo, nos dice Moliner, nos llega de la latina cúmulus (montón). También “parte de una sustancia que rebasa los bordes del recipiente que la contiene; (...); el grado máximo al que se puede llegar en una cosa”. Llegar al colmo puede provocar gusto y disgusto cuando decimos y “para colmo de males...”. Sucede que el colmo también es un juego de palabras donde se formulan preguntas retóricas que manipulan los sentidos literales y figurados de las palabras. Es pura semántica en acción donde los significados se pasean entre la ironía y el humor. Luke les llama “asociaciones lingüísticas basadas en el equívoco de la homonimia, la polisemia”, y las relaciones de sentido. ¿Ejemplos? ¿Cuál es el colmo de ser vago? Levantarse dos horas antes, para estar más tiempo sin hacer nada (contradicción). El colmo de un médico es ser paciente (polisemia); el colmo de un periodista es tener un hijo diario (polisemia); el colmo de un músico en coma es que, en vez de volver en sí, vuelva en do (homonimia). ¿El colmo de un enamorado? Abrir una tienda de quesos que se llame Quesería de mí sin ti (enlace de palabras para provocar homonimia). Sepa que no tiene que haber homonimia perfecta como en el colmo del pobre Batman… ¿Cuál es? ¡Que le Robin!
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