

De su autobiografía, Esperanza, se destaca que tuvo amigas prostitutas y que guarda un buen recuerdo de ellas, que vivió y conoció muy cerca las villas de miseria en las chabolas de la ciudad, en las que trabajaban sacerdotes comprometidos con el pueblo. Respecto a ellas decía: “Las villas son un amasijo de humanidad. En las villas no se conoce el Estado y, para la Iglesia, estas deben ser el centro”. Se capta de su trabajo autobiográfico que ha sido enfático en establecer que la Iglesia es mujer, por lo que uno de los grandes pecados ha sido masculinizarla. En este trabajo también se recoge la opinión del papa en torno a que la Iglesia no puede ser una corte de grupos de poder. Asimismo, una de las constantes que se atisba en su libro es el siguiente dicho: “Dime a quién excluyes y te diré quién eres”.
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