

La Universidad de Puerto Rico (UPR) se encuentra al momento sufriendo las consecuencias de la politización de su gobernanza, una política pública que ha consentido recortes masivos que amenazan la operación del sistema universitario y una cultura institucional que retarda su capacidad para transformarse. El principal centro docente del país batalla por su existencia como proyecto de movilidad social, pilar de desarrollo económico y baluarte de la producción de conocimiento y labor creativa del pueblo puertorriqueño. Los retos que enfrenta la institución son de tal magnitud que de no haber cambios sustanciales en cómo se financian, administran y desarrollan las interacciones entre la gerencia y la comunidad universitaria, el futuro estará enmarcado por la improvisación. Ante ese escenario, no hará falta la voluntad para cerrar unidades (y despedir empleados) sino que las condiciones materiales obligaran ese curso de acción.
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