

Los pueblos gustan de líderes fuertes. Se trata de una atracción fatal. El líder fuerte se caracteriza por su carisma, talento para brindar explicaciones simples e inspirar confianza y seguridad. Generalmente se presenta como defensor de la identidad nacional, lo que genera un sentimiento de pertenencia en el pueblo, que le identifica como protector y paladín de sus causas. Los ciudadanos valoran estos rasgos, principalmente en situaciones de incertidumbre o crisis, pues les proveen dirección y simplifican sus complicaciones cotidianas.
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