Jesús de Nazaret constituyó para sus tiempos, como también para hoy, un desafío a las hegemonías que pretenden perpetuar estructuras injustas. Su mensaje constituyó así la causal lógica de su crucifixión. No hay en él la figura de alguien que es condenado por Dios ha inmolarse sino la del profeta elegido que es crucificado. Fue ese mensaje, que en su contenido y en su fundamento amenazó y desafió aquella estructura opresiva que representaba el “Templo”. No es sorpresa el señalar que el “Templo” era precisamente el centro de acumulación de riqueza y opulencia más importante de Israel en tiempos de Jesús. La élite religiosa corresponde hoy a los que con vehemencia impúdica defienden el neoliberalismo y sus prácticas obsesiva-compulsivas de acumular riqueza.
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El Jesús Crucificado