Esta palabrita, juracán/huracán, dice Hernández Aquino en su Diccionario de voces indígenas de Puerto Rico, es voz quiché (lengua de raíz maya). Esta lengua es hablada hoy por hoy en Guatemala. Pero regresando al juracán, sea Danny o sea el que sea, sepa que es una palabra de fuerza huracanada. Tanta es que todavía hoy se usa con el mismo significado que la usaron nuestros indígenas, no solo en español sino en alemán: Orkan, del holandés orkaan, y este del español huracán y este del taíno. También Hurrrikan. ¿En francés?, ouragan, del español huracán, y este del taíno. ¿Italiano?: uragano, del español, huracán y así. ¿Se fija? Mire, dice Hernández que juracán es un ciclón o tempestad, “de mucha duración y grandes proporciones”. Añade: “Espíritu maligno indoantillano, según las antiguas creencias de arauacos y caribes”. Otros autores, añade Hernández, le encuentran a juracán afiliación “aruacaribe”, “y con ciertas raíces oceánicas, vinculadas con antiguas lenguas”. Incluye un extracto de Abbad y Lasierra (1788) que no se debe perder: “El huracán es el fenómeno más horroroso de cuantos se observan en esta Isla, y aún creo que en toda la América. Es un viento furioso acompañado de lluvia, relámpagos, truenos y las más veces temblores de tierra; circunstancias todas las más terribles y devastadoras que pueden unirse para arruinar un país en pocas horas; los torbellinos del aire y torrentes de las aguas, que inundan los pueblos y campiñas con un diluvio de fuego, parece anuncian las convulsiones últimas del universo”. ¡Ay mi madre! Cualquiera diría que Abbad estaba describiendo la crisis de esta linda islita del encanto. Danny boy, ¿qué traerás? Hay que esperar…
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