Ese 16 de diciembre recibí un hermoso y grandioso regalo: fui vacunada. Desde ese momento he estado más tranquila, disfrutando de esta época de la Natividad, escribe Carmen M. Borgos Negrón
Ese 16 de diciembre recibí un hermoso y grandioso regalo: fui vacunada. Desde ese momento he estado más tranquila, disfrutando de esta época de la Natividad, escribe Carmen M. Borgos Negrón
Soy enfermera, pero también soy un ser humano que siente y padece como cualquier mortal. Durante todo este tiempo hemos estado pendientes de todos los acontecimientos sobre la pandemia del COVID-19, en Puerto Rico y a nivel mundial. No ha pasado un solo día en que el temor, la angustia y la incertidumbre no hayan invadido mi ser. Todos los días mis pensamientos y oraciones han estado dirigidos hacia mi familia, amigos, compañeros de trabajo y profesionales de la salud para que estuvieran sanos y libres de COVID. Cada vez que leía en la prensa que un profesional de la enfermería había fallecido debido a la pandemia, el miedo se apoderaba más de mi ser. En todo momento estuve pendiente de que salieran los resultados de la investigación de la vacuna y de la decisión tan importante que tenía que tomar.
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