Mientras el discurso estadista continúe privatizando el menú de los procesos de consulta, por puro revanchismo partidista, el estatus seguirá siendo -como diría Palés Matos- una canción festiva para ser llorada, escribe Cezanne Cardona
Mientras el discurso estadista continúe privatizando el menú de los procesos de consulta, por puro revanchismo partidista, el estatus seguirá siendo -como diría Palés Matos- una canción festiva para ser llorada, escribe Cezanne Cardona
John F. Kennedy diseñó un método infalible para halagar la vanidad de los escritores. Cuando se reunía con algún poeta o novelista -cuenta Juan Villoro- el presidente solía elogiar la obra menos exitosa o el peor vendido de sus libros, y así el autor se sentía, al fin, reivindicado. Similar juego de afectos contrariados es el que ha hecho el congresista boricua Darren Soto con aquellos que radicaron el enésimo proyecto de estadidad para la isla. Caras de alegría no tienen, y si uno mira bien la foto de la conferencia de prensa que ofreció el gobernador, con el edificio del Capitolio federal de fondo, es posible aún radiografiar el enrojecimiento epidérmico tras el golpe que le asestaron ese mismo día las congresistas Alexandria Ocasio Cortez y Nydia Velázquez, a página completa en The New York Times, y con un contundente anuncio: “Si solo estás escuchando al gobernador de Puerto Rico, ni siquiera estás recibiendo la mitad de la historia”.
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