En Puerto Rico hace falta una reforma contributiva abarcadora e integral. Todos estamos de acuerdo de que el sistema es complicado, inconsistente, fragmentado, injusto y demasiado costoso y que no promueve la actividad comercial. Sin embargo, detrás de esa aspiración se esconde una verdad incómoda y antipática: en cualquier cambio profundo, trascendental y significativo en nuestro sistema contributivo habrá ganadores y perdedores. También existiría un costo político inevitable: las reformas tributarias profundas no son populares y suelen generar resistencia de los grupos afectados.

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