

Parecía una película. Una turba republicana instigada por el presidente de un país imaginario tomó por asalto la sede del parlamento. Las fuerzas policíacas no pudieron impedir que los sediciosos obstruyeran un proceso ordenado constitucionalmente para la formalización de los resultados de la elección en que el candidato de la oposición había prevalecido. Rompieron entradas, escalaron muros, invadieron el hemiciclo y las oficinas del liderato legislativo. Fue preciso evacuar el edificio y mantener a los parlamentarios en un lugar secreto. Se proclamó un toque de queda, pero los insurrectos no retrocedían. Movilizaron a la milicia. En horas de la noche se pudo sofocar la intentona. Los parlamentarios regresaron y terminaron la tarea de formalizar la elección.
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