

Me detuve en el puesto de gasolina antes de subir al barrio a cuidar a mis padres y un triste ser humano, uno de tantos marginados que ya son parte del paisaje urbano de la colonia decadente, se me acercó a pedirme dinero. Me reconoció y dijo: “Junior, ¿no te acuerdas de mí?, estudiamos en la elemental José de Diego”. Cuando alguien me dice Junior sé que es del barrio o de mi entorno familiar cercano. Bajo las capas de maltrato que maquillaban su rostro finalmente pude distinguir al Juancho con el que jugué pelota, cantamos en las actividades de la escuela y participamos en un drama el día de Baldorioty de Castro.
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