Los problemas que enfrenta el Departamento de Educación no tienen su raíz en figuras corruptas como Víctor Fajardo y Julia Keleher. Ellos y su pillaje son resultados y no causas. El problema radica en nuestra desatención colectiva hacia la educación de los más pobres aun cuando el Departamento sigue ostentando el presupuesto más rico. En un cuarto oscurecido por nuestra desidia, los mercaderes de las tutorías, de las terapias y hasta de los bienes raíces hacen de las suyas sabiendo que a nadie le importa la formación de hijos ajenos, máxime cuando vienen del residencial y de la barriada.
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