OPINIÓN
Punto de vista
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prima:“Kamalionaje”

La desmemoria privilegiada que representó Kamala Harris en la isla fue patética, por donde quiera que se mire, sobre todo si uno hace la matemática: la vicepresidenta utiliza el dinero de ciudadanos de segunda para beneficiar a los ciudadanos de primera, escribe Cezanne Cardona Morales

30 de marzo de 2024 - 11:10 PM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.

Empecemos por lo más básico: las manos de Kamala. Cualquiera que quisiera parodiar los Momentos estelares de la humanidad de Stefan Zweig, tendría que comenzar por ese instante en que, a la vicepresidenta de la nación más poderosa del mundo, de visita en una de sus colonias de ultramar por primera vez, le susurran al oído la traducción de una canción antipresidencial que cantan los pleneros de la Goyco: “Llegó la vicepresidenta / Haciendo historia / Queremos saber / Qué piensa de la colonia”. En apenas segundos, las manos de Kamala Harris dejan de aplaudir y se cierran como un sarcófago americano. A eso le sigue un relámpago nervioso, un calentón en el rostro que la desencaja. Guapura y elegancia aparte, Kamala apaga un poco los párpados, aprieta los labios, mira al suelo, desestima la risa tropical que lucía al gusto de las más lujosas pleitesías, abandona la alegría gresca que suele dar la altanería imperial y concentra en sus comisuras un pasme babilónico que es difícil de olvidar. Cara de “uy” tiene la vicepresidenta, cara de “ay, por qué centellas cantan eso”, cara de “¿en serio, malagradecidos?”, cara de repelente de mosquitos, cara de “trágame tierra”. ¿Nadie le avisó a Kamala que en tiempos de esclavitud los hacendados de las plantaciones prohibían la música de los negros porque era peligrosa? ¿O es que tampoco le dijeron que su visita coincidía con la conmemoración en la isla la abolición de la esclavitud?

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