La Asociación y la Federación de Maestros: dos mundos disímiles
La Asociación de Maestros fue fundada el 8 de julio de 1911. Desde sus inicios, se ha caracterizado por ser una organización tipo patronal. En aquel entonces, con una estrecha armonía con la gobernanza, en la que se hacía muy difícil distinguir dónde empezaba una y terminaba la otra. Inicialmente, respondía a los intereses del Partido Popular Democrático, de tal manera que muchos de sus líderes fueron premiados con nombramientos de alto perfil en el Departamento de Instrucción.
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Esta alianza con el PPD se dio durante muchos años, hasta la llegada a su presidencia de los últimos regidores del organismo. Recientemente, la Asociación ha optado por hacer contubernio con ambas administraciones, rojas y azules, dependiendo de sus intereses y los de ellos. Nunca se ha caracterizado por ser una organización combativa, más bien pasiva y acomodaticia. Ha preferido la mesa de negociaciones, aun con una trayectoria de años de menosprecio al magisterio. No han sido,ni son “guerreros de la calle”; rehúyen las pancartas, los movimientos y los paros selectivos. Respiran en el aire acondicionado, mientras los maestros sudan en los salones … y en las calles. El último fiasco ha sido cuando concertaron con la Junta de Supervisión Fiscal unos acuerdos nefastos para los maestros. Acuerdos a los que el magisterio les votó dos veces en contra y que han motivado el reciente movimiento de protesta.
Por otro lado, la Federación de Maestros de Puerto Rico, fundada cincuenta y cinco años después, en el 1966, viene a llenar ese vacío de lucha febril. Desde sus orígenes, se definió por ser un movimiento batallador, combativo, enérgico, vigoroso, siempre aliado con los intereses del maestro, sin dejarse sobornar por politiqueros de ocasión. La historia atestigua esa combatividad, cuando el 1974, bajo la presidencia de Félix Rodríguez, se lanzó a la calle paralizando el sistema de instrucción por un mes completo. Treinta días en que los maestros supieron resistir los embates del gobierno, con toda su fuerza policial. Treinta días sin sueldo, pero con dignidad. Muchos maestros fueron descertificados. Pero, aun así, se mantenían viriles, en pie de lucha, porque cuando la dignidad está en juego, no hay fuerza, por más poderosa que sea, que los intimide. ¡Maestros bravíos!
Ha quedado demostrado con esa intrepidez que el maestro es capaz de ejercer su derecho a la huelga, que nada lo atemoriza, contrario a lo que se pueda pensar. Así también, la Federación se ha mantenido vigorosa defendiendo los intereses de los maestros durante toda su historia reciente. Muchas veces, paradójicamente, ha sido la mayor piedra en el camino la propia Asociación.
Hoy se recogen los frutos de esa centenaria lucha, cuando miles de maestros (Federación, Únete y Educamos) han logrado una unidad intrínseca y de pueblo jamás imaginable. En esta reciente lucha por salario justo y retiro digno se logra aglutinar una extraordinaria voluntad de pueblo que antes se creía imposible. Se desploma el fanatismo político, todos los boricuas se juntan en solo propósito: “justicia, equidad y salvemos la educación”. Y como secuela, un clamor de una reforma gubernamental que termine con esta inútil burocracia; con el favoritismo, el nepotismo y el amiguismo. Y que sean los brazos y mentes que producen los que sean mejor remunerados.
De aquella huelga del 74, pocos quedamos. Muchos de los maestros participantes han muerto. Otros tenemos la dicha de estar vivos para ver con júbilo esta gran demostración de pueblo en defensa de la educación. ¡No, no estamos obligados a ejercer esta vocación, si no queremos, pero sí queremos y nos obliga el deber! No nos vamos.
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