

Lo terrible no es que buena parte de nuestra población esté al garete, según dice el secretario de Salud, sino la desolación que causa entre los que queremos comportarnos de acuerdo con el mandato de la ley, para proteger nuestra salud y nuestra vida, que un grupo de manduletes ande por la libre, mientras el gobierno los mira impávidos dejándolos hacer lo que les viene en gana. Y lo dicho por el secretario —que tiene tres o cuatro situaciones que atender simultáneamente, a veces en pueblos distantes, y eso le dificulta la labor— me suena al juego infantil de la Candelita (“¿Y la candelita? Por allá jumea”) en el que siempre ganaba el de movimientos más ágiles y perdía el más torpe.
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