Si analizamos la propuesta en sus méritos, comprenderemos su trascendencia. Para ello, debemos creer de verdad que nos cobija sin ambigüedad el derecho de autodeterminación, escribe Carlos E. Ramos González
Si analizamos la propuesta en sus méritos, comprenderemos su trascendencia. Para ello, debemos creer de verdad que nos cobija sin ambigüedad el derecho de autodeterminación, escribe Carlos E. Ramos González
El 17 de enero de 1989 ocurrió un evento político que hoy día se caracterizaría como extraordinario. Desde La Fortaleza, los presidentes de los tres partidos políticos principales emiten una declaración conjunta firmada por cada uno de ellos en representación de sus colectividades: Rafael Hernández Colón (PPD), Baltasar Corrada del Río (PNP) y Rubén Berríos Martínez (PIP). En lo que nos concierne en estos momentos, destaco la premisa fundamental de la declaración incluida textualmente al comienzo de la declaración: Puerto Rico nunca ha ejercido su derecho a su autodeterminación y reclamaba poder hacerlo. Esa declaración del Pueblo de Puerto Rico era para el gobierno de los Estados Unidos y el mundo entero. Ese día, esa parte de nuestro debate debió haber concluido. Restaba identificar los mecanismos para ejecutar ese derecho. Ese mismo año, se discutió ante el Congreso una legislación tipo plebiscitario avalada por el Congreso: el llamado proyecto “Johnston” que auspiciaban todos los partidos políticos principales.
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