La [d] está en peligro de extinción. No se alarme que no es en principio de palabra como Dragón, Daiquirí o Dios. El debilitamiento de la [d] ocurre entre vocales; se suaviza y eventualmente, puf, desaparece. El proceso se inició, ufff, a finales del periodo del latín vulgar, y Menéndez ofrece estos ejemplos: auDire > oír; comeDere > comer; peDe > pie, etc... Yo añado dedo > deo. Alba asegura que “no existe país hispanohablante donde no se produzca en mayor o menor grado”. La elisión ocurre con más frecuencia en palabras llanas después del acento, como en nada > ná; todo > to. También es super común la pérdida de la [d] en los participios: llegao por llegado, hablao por hablado, cuadrao por cuadrado; decidío por decidido, y en los bebés, meao, nunca meado (¿verdad? jeje). Este “ghosting” de la [d] ocurre en final de palabra como en bondá, verdá, juventú y usté, donde no se oye, y es un vestigio ortográfico. Ahora bien, Lodares dice que estamos acostumbrados a ver el proceso en una sola dirección “dando cancha a la lengua hablada y suponiendo que si la [d] se omite en ella tiene un futuro ortográfico poco brillante. […]. La autoridad de la ortografía puede restaurar la [d] donde la lengua hablada la iba perdiendo […]” como en los ejemplos de suor > sudor, aorar>adorar y cruo>crudo. Sí, Pepe. No sé, pero me temo que Lodares aquí patina pues la cancha siempre ha sido y será del hablante y la historia está ahí para confirmarlo. Más aún, si la [d] de suor se reincorporó a sudor, lo hicieron sus hablantes en la cancha de la lengua, no la “autoridad de la ortografía”. A la cancha se entra a sudar y se sale sudao. ¿O no?
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LA D SUDÁ
La profesora Aida Vergne explica las causas de la desaparción de la consonante D de muchas palabras.