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A pesar de la evidencia contundente de que la cuarentena, el distanciamiento social, lavarse las manos y las mascarillas (o sustitutos) han ayudado a controlar la epidemia, los que quieren descarrilar esos esfuerzos buscan quienes digan y hagan lo contrario. El primero es el “echaculpas” del globo: el presidente estadounidense. Este, que insiste en “abrir el país para rescatar la economía”, no usa mascarilla, como gesto de que hay que ser machos. Viniendo esto de él, que debería dar el ejemplo, es más que vergonzoso, porque parecería que no sabe que el virus le da tanto a mujeres como a hombres. El vicepresidente y muchos de sus acólitos lo siguen ciegamente. Claro, todos los que van a ver a su Führer están rodeados de médicos y técnicos que les hacen pruebas diarias para asegurarse que no están infectados. Aún así, varios trabajadores en Casa Blanca han dado positivo al virus.
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