Tomás Torres
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La fragilidad de nuestra infraestructura eléctrica

Otra vez nos impacta un evento de la naturaleza que afecta la vida y la seguridad de los puertorriqueños. Lamentablemente, la fragilidad de nuestro sistema eléctrico continúa siendo un serio problema. Durante los huracanes Irma y María se mostró la fragilidad de nuestro sistema de transmisión y distribución, el cual colapsó en un 80%. 

Ahora, durante los eventos sísmicos recientes, se muestra lo arcaico de nuestro sistema de generación, cuyas unidades principales (Costa Sur, Aguirre y Palo Seco) son termoeléctricas que requieren varias horas para poder entrar en línea, luego de salir de servicio como consecuencia de las vibraciones del sismo y los mecanismos de protección del sistema.

Los eventos sísmicos principales se localizaron en el sur de la isla. No obstante, Puerto Rico entero se quedó sin servicio eléctrico. No solo salieron de servicio las unidades impactadas por la vibración del evento sísmico, sino también el resto de las unidades a las cuales se le activa la protección por caída abrupta de voltaje, a causa de la falta súbita de unidades de generación.  

La situación entonces se complica, ya que se requiere encender todo el sistema de generación del cual más del 50% depende de unidades termoeléctricas (que requieren varias horas para poder entrar en línea) a diferencia de las unidades tipo ciclo combinado que requieren memos tiempo para entrar en servicio. 

Más aún, la nueva política energética de Puerto Rico requiere una transición a energía renovable y sistemas almacenamiento de energía, los cuales, al no depender de ciclos mecánicos de combustión para la generación de energía y, consecuentemente, no requerir combustible para su operación, resultan en mayor resiliencia. Además, la visión del sistema eléctrico en esta nueva política energética fomenta la generación de energía por el consumidor, evitando la transmisión y distribución de energía, sumando más a un sistema eléctrico resiliente y sostenible. 

En resumen, los eventos climáticos son una crisis de por sí: lo debilitado de nuestra infraestructura, en especial nuestra infraestructura eléctrica, no debe resultar en una crisis mayor que los efectos directos de los eventos. La falta de electricidad no solo afecta la economía, sino más aún a la salud yael bienestar de todos. No podemos permitir que una vez más la fragilidad de nuestro sistema eléctrico arcaico se convierta en una “crisis” mayor a la verdadera crisis.  

Se requiere reconstruir y modernizar nuestro sistema eléctrico. Ello obliga a obtener la totalidad de los fondos de reconstrucción federales, un nivel sostenible de deuda y un acuerdo de restructuración que facilite transformar nuestro sistema eléctrico en uno resiliente, resistente y sostenible de cara al futuro.

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