

De todas las fiestas con orígenes religiosos -y son muchas- la Navidad es la más reconociblemente humana. Una familia que se prepara y espera, una mujer que alumbra, un niño que nace son ocurrencias comunes y -también- maravillosas. Lo es asimismo la alegría que acompaña a todo nacimiento, igual sentida por pastores legendarios y ángeles del cielo que por hombres y mujeres que pisan la tierra. Una nueva vida es siempre una esperanza, un camino que comienza, un destino que se debatirá ineludiblemente entre la dicha y la tristeza. Para desearle al niño que lo primero sea más abundante que lo segundo llevamos, como los Reyes Magos, dones a los recién nacidos.
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