Silverio Pérez defiende el concepto de separación de iglesia y estado y critica la insistencia de un sector legislativo para validar las llamadas terapias de conversión para combatir la orientación no heterosexual
Silverio Pérez defiende el concepto de separación de iglesia y estado y critica la insistencia de un sector legislativo para validar las llamadas terapias de conversión para combatir la orientación no heterosexual
La convicción de que lo que yo creo es la única verdad, sea en lo político o en lo religioso, y por lo tanto estoy en todo mi derecho de imponérselo a otros, con violencia, con leyes o con manipulaciones, le ha traído demasiados dolores a la humanidad. Las cruzadas, los ataques a las torres gemelas aquel fatídico 11 de septiembre, el holocausto y la santa inquisición, entre otros ejemplos, han dejado su horrible huella en los caminos de la historia. Actos cotidianos, tragicómicos algunos, tan vez desapercibidos, pero que arrancan de la misma creencia, como el caso del alcalde que alega que Dios le dijo que debiera dejar a su hijo, no el de Dios, sino el del alcalde, en la dirección del municipio; o el de unos maestros que llevaron a unos estudiantes a un acto religioso donde se supone que firmaran un compromiso de abstinencia sexual.
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