Ya sea aquí o en el norte, las grandes compañías sienten que están haciéndole un favor a los empleados por darles trabajo a jubilados con futuros expropiados, dice Cezanne Cardona Morales
Ya sea aquí o en el norte, las grandes compañías sienten que están haciéndole un favor a los empleados por darles trabajo a jubilados con futuros expropiados, dice Cezanne Cardona Morales
“Aquí hace la compra Natalie Jaresko”, me dijo la cajera del supermercado. “La he visto varias veces con dos guardaespaldas; guapísimos los dos”, me dice con una sonrisa coqueta que imagino, incisiva, detrás de su mascarilla. Nunca he visto su dentadura, pero no hace falta porque llevamos más de un año compartiendo frases, anécdotas, noticias y precios. Es más amiga que esos que las redes sociales llaman amigos. “¿Viste cómo los camioneros obligaron a la Junta a negociar?” me pregunta y, tras cobrarme las manzanas más caras del mundo, me dice: “Ojalá fuera camionera”. En realidad, casi lo era porque unos días trabajaba en el supermercado y otros en la ferretería en la entrada del pueblo de Dorado. Sabe de frutas y tornillos, de cemento y harina, y casi puede ser mi abuela. Es flaca como Joyce Carol Oates, que escribió el mejor libro de boxeo que he leído en mi vida, y así le llamo sin que ella lo sepa: Carol. Sé que le gustaría tener dos nombres porque ya tiene dos trabajos, un esposo muerto, un hijo en Texas que también tiene dos trabajos, nietos que ve por videollamada, un raquítico Seguro Social, un hombro recién operado, una rodilla a punto de remplazo, y un “por lo menos” que contagia.
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