

El 10 de mayo de 1940, en un momento puntual de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill recibió la noticia de haberse convertido en Primer Ministro del Reino Unido. W. H. Thompson, el comandante y guardaespalda que lo conducía desde el palacio de Buckingham hasta el Almirantazgo donde residía, consideró oportuno felicitarlo diciéndole: “Ojalá hubiera obtenido usted el cargo en mejores circunstancias, pues tiene usted por delante una enorme tarea”. Brotaron lágrimas en los ojos de Churchill cuando le contestó: “Solo Dios sabe cuán grande es la tarea. Confío en que no sea demasiado tarde”. (John Lukacs: Cinco días en Londres, mayo de 1940, Churchill solo frente a Hitler).
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