

Hasta donde he alcanzado a investigar, el concepto de Estado fallido se ha configurado con el uso: desde finales de los ochenta, probablemente en Estados Unidos, se comenzó a utilizar esta fórmula –fórmula de denuncia– que agrupaba a los países cuyos Estados resultaban incapaces de prestar a la población los servicios y las respuestas básicas que las sociedades requieren para funcionar. Entonces, creo recordar, varios países de África, Asia y América Latina eran descritos de ese modo. En nuestro continente, Haití se mencionaba como el caso más emblemático: nación pobrísima, donde las instituciones no funcionaban bien, carcomidas por la corrupción en la mayoría de sus instancias.
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