Ojalá y tanta jaibería como la descrita, pudiese ser utilizada constructivamente para propósitos altruistas. Pero quizás estemos pidiéndole peras al olmo, dice Víctor García San Inocencio
Ojalá y tanta jaibería como la descrita, pudiese ser utilizada constructivamente para propósitos altruistas. Pero quizás estemos pidiéndole peras al olmo, dice Víctor García San Inocencio
Seguramente tenemos en el país más “first responders” por milla cuadrada que el resto de los países del mundo. Este fenómeno se ha acelerado grandemente en los pasados dos meses con la llegada de las vacunas del COVID-19. Ahora todo aquel que quiere colarse en la vacunación, aprovecha los boquetes del sistema, entre estos el del socorrido subterfugio del “first responder” e intenta obtener la primera dosis de la vacuna. Una vez colado, como no se puede desperdiciar la vacuna, la segunda dosis va por la casa. Simplemente el colao, o subterfugiado llega por segunda vez a vacunarse, se la pone y no se le denunciará ---aquí paz y en el cielo gloria--- a pesar de que se supone que una multa de hasta $5,000 lo esté esperando, y a quien lo coló, o lo permitió. Ya han cogido por el cuello a funcionarios en la Guardia Nacional, y no sabemos si el Departamento de Salud está siendo diligente en la epidemiología de esta otra enfermedad que tiene tufo de abuso y de corrupción, aunque se aduce que son “errores”.
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