

Una noticia publicada esta semana señala que, de acuerdo con un testigo protegido, Juan Carlos Monedero “recibió fondos del gobierno de Venezuela procedentes de la venta de petróleo en el mercado negro, que traspasaba en efectivo a sociedades venezolanas a través de testaferros”. Consigno aquí este episodio de las prácticas de corrupción en Petróleos de Venezuela, como un ejemplo más, pero he podido escoger entre muchos otros. Desde hace cuatro o cinco años, Pdvsa se ha posicionado como una especie de paradigma mundial de la gran empresa estatal corrupta. La lista de asuntos es cada vez más amplia y, expediente a expediente, luce como inagotable: pagos por obras que no se realizaron, sobreprecios, comisiones sin contraprestación alguna, operaciones financieras fraudulentas gestionadas por operadores cambiarios, producción que no se registraba para luego ser vendida en el mercado negro, supuestas inversiones en programas sociales o laborales que iban directo a los bolsillos de políticos, gerentes o dirigentes sindicales. Y más. Mucho más.
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