

Irene Vallejo nos recuerda que Clarice Lispector nació en Ucrania en 1920 y que su madre fue violada por soldados rusos que le contagiaron la sífilis. Pero su biógrafo, Benjamín Moser, sugiere que Clarice nunca quiso explotar ese dato en sus libros, o solo lo hizo de forma elusiva dejando que los títulos de sus cuentos, crónicas y novelas subrayaran esa ausencia. Aunque llegó a Brasil con apenas dos meses de nacida, la autora de Cerca del corazón salvaje aprovechó su frenillo y sus erres arrastradas para labrar un lugar lejos de toda topografía, pero cerca de la extranjería literaria. La tildaron de espía -de la KGB y de la CIA-, de ser judía y católica, pero nunca terció por nadie. Hasta su traductor, Gregory Rabassa, dijo que Clarice era una especie de Marlene Dietrich mezclada con Virginia Woolf. Y por eso cada vez que le preguntaban sobre su origen siempre decía algo distinto. Solo una vez, en 1968, Clarice dijo que ella fue engendrada gracias a una superstición muy extendida en su provincia ucraniana que indujo a su madre a creer que un embarazo podía curarla de la sífilis: “Así que fui creada adrede: con amor y esperanza. Pero resulta que no curé a mi madre. Y hasta el día de hoy me pesa esa culpa: me crearon con una misión específica, y les fallé. Como si contaran conmigo en las trincheras de la guerra y yo hubiera desertado”.
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