
Opinión
Explica ideas y extrae conclusiones basadas en la interpretación de hechos y datos.
Cada vez que manejaba de Caguas a Mayagüez para estudiar en “El Colegio”, transitaba por dos paisajes que me marcaron. Primero, los restos oxidados de las petroquímicas abandonadas entre Peñuelas y Guayanilla, fantasmas de una era industrial que prometió mucho y dejó poco. Luego, por Lajas, apreciaba tierras fértiles: fincas verdes, silenciosas, muchas sin cultivos. Esa ruta —entre lo que fue y lo que podría ser— sirvio para definir mi compromiso con la ciencia.
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