Al apodo se le conoce como hipocorístico. Corominas explica que la palabrita se tomó del griego, con el significado de ‘acariciativo’. Apodo, de apodar, llega del latín tardío apputare, derivado este a su vez de putare, con el significado de ‘juzgar’. ¿Tato, sigues ahí? Acá no es juzgar; es, como dice Corominas, una “forma familiar que toman ciertos nombres de pila, especialmente en boca de los niños o de los adultos que imitan su lenguaje (como Quico, por Francisco, etc.)”. Hay algunos apodos que nada tienen que ver con el nombre de pila; son el producto de la creatividad del que apoda; a veces están relacionados con las características de la persona apodada. Tengo especial cariño por Cuso, Piquel, Paye, Chiquita y Tita... También tengo dos buenos amigos apodados Tato. Llegamos. Resulta que Tato, además de apodo es, si lo piensa un poco, oración interrogativa, o bien, declarativa, que usamos a diario. ¿Cómo es eso? Porque la oración atravesó por una serie de procesos fonéticos característicos del habla coloquial. ¿Cuáles? Pues, la lengua oral tiene una fuerte tendencia hacia la economía; eliminará lo que no le haga falta para llevar el mensaje. Estos procesos se conocen como elisión y ocurren al principio, en interior, y al final de palabra u oración. Por ejemplo, cuando le digo a Tato:
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