


El segundo martes de noviembre del año 2000 marcó el inicio de una etapa de contrastes, retos, pérdidas, ganancias y descubrimientos. Ese día, una semana después del primer evento electoral del nuevo milenio, acepté la invitación de Luis Alberto Ferré Rangel para ponerme el sombrero de columnista en este diario. Acepté, no sin antes enfrentar al Síndrome del Impostor. No imaginaba entonces que ese acto de apalabrar mi sentir sobre el país, el mundo y mi propia vida se convertiría en pasión, instinto, necesidad y oficio. Aquel amanecer de milenio nos trajo a Sila María Calderón, primera mujer en ocupar la gobernación de Puerto Rico. Con firmeza respaldó la salida de la Marina de Vieques y lanzó el proyecto de las Comunidades Especiales, reconociendo la pobreza como una herida que había que mirar de frente. Ese proyecto es un gran legado que sigue siendo una necesaria práctica de justicia social. Un cuarto de siglo después, el espejo político refleja otros rostros y sombras: Wanda Vázquez, quien llegó a la gobernación por accidente, fue acusada de soborno, conspiración y fraude electrónico, negociando luego una convicción por delitos menores. Jennifer González, actual gobernadora, a nueve meses de su mandato, carga con la peor evaluación de un gobierno naciente, y esto a punto de cumpirse una década de dominio político absoluto del Partido Nuevo Progresista Hace veinticinco años contemplamos, primero con asombro y luego con espanto, el derrumbe de las Torres Gemelas. Aquel atentado reconfiguró la

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