

Las expresiones sobre la vida y obra de la fenecida jueza asociada del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, han resonado a la altura de su inmensa reputación. Su activismo constitucional retoñando derechos estaba enmarcado, no en el adversarismo severo y dislocado que suele acompañar la negación de esos derechos, sino con la incisiva lógica que provee la profundidad jurídica y espiritual. A ella, creo yo, le acomoda muy bien lo que Víctor Hugo, sin ser jurista, dijo: “Tengo solo una piedra en mi honda, pero esta piedra es buena, esa piedra es la justicia.”
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