¿Por qué un ser humano no puede tener arranques de perro empático y percibir el dolor? ¿Por qué se le hace tan difícil captar el sufrimiento?, cuestiona Eduardo Villanueva
¿Por qué un ser humano no puede tener arranques de perro empático y percibir el dolor? ¿Por qué se le hace tan difícil captar el sufrimiento?, cuestiona Eduardo Villanueva
Me desperté a las cinco de la mañana. No estoy dormido, no he bebido ni alucino. Lo que cuento lo vi, es real. Tengo una nieta que crió una perrita. En mi casa todo el mundo ama a los animales de diversas formas. Hay perros y perras en varias casas. Algo de ese amor yo se lo transmití a mis hijos y nietos. De niño tuve muchos y diversos, con los que hablaba y me entendían, aunque yo no los entendiera tanto como ellos a mí. En mi infancia y adolescencia tuve de todo: cabras, mis favoritas. Gansos, gallinas, pavos, conejos, patos y sin embargo, nunca quise tener pajaritos presos. Ni peces encerrados en peceras. Una vez me alegré porque a mi mamá se le escapó una cotorra que ella quería mucho. Me dijo: ¿nene, tú te alegras de mi sufrimiento? Le contesté: no, me alegro del gozo de la cotorra que advino a la libertad.
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