Ana María García Blanco
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Una pirámide invertida para rescatar al magisterio puertorriqueño

Las reformas educativas exitosas, que observamos en la década de los ‘60 y ‘70 en el Sur de Francia, Puerto Rico y Brasil a través del trabajo de pedagogos como Ángel Quintero Alfaro, Celestín Freinet y Paulo Freire, parten todas de la mesa de trabajo compartido del magisterio. Algo parecido hemos visto florecer en Finlandia más recientemente. Esta colectividad es la que sabe de la niñez, de su desarrollo y de las prácticas efectivas para el óptimo aprendizaje. Es la que convive a diario con la generación que sube. Son ellos y ellas, los científicos de la educación.

Hoy, mientras celebramos “el día del magisterio en Puerto Rico”, debemos pensarles de esta manera e imaginar estructuras de trabajo donde sean ellos y ellas las que lideren el proyecto educativo del país.

Decía Eugenio María de Hostos que el maestro y la maestra son forjadores de conciencias. Reconoce así el alcance y magnitud de la tarea escolar que se lleva a cabo. Es allí donde se construye la conciencia de un país, la que da dirección y futuro. Es en la escuela que se desarrollan ciudadanos de conciencia capaces de hacer el bien al otro, de participar de una cultura de integridad y de apoyarla. Es la escuela la que forma el carácter de los ciudadanos que desde pequeños aprenden a participar de la democracia y no permitir que se desvíe la búsqueda del bien común.

Los maestros son forjadores de conciencias, destaca Ana María García Blanco al citar a Eugenio María de Hostos
Los maestros son forjadores de conciencias, destaca Ana María García Blanco al citar a Eugenio María de Hostos (ALBERTO BARTOLOMEI)

En manos del magisterio está la construcción del alma de nuestro pueblo.

El lugar que ocupe el magisterio en el país tiene que estar a la altura de la naturaleza de su tarea. Un país se mide por la forma en que trata a sus hijos e hijas, y a aquellos que le cuidan y le acompañan en su formación. Debemos pensar: ¿Dónde están nuestros maestros y maestras? ¿Quiénes son en nuestra sociedad? ¿Qué participación tienen en el diseño del proyecto educativo?

Las condiciones bajo las cuales trabajan nuestros y nuestras maestras están radicalmente lejos de ser lo que deben ser: buena compensación y trato, participación profunda en el desarrollo de los proyectos educativos, y retiro digno. Las condiciones de trabajo y el lugar “secundario” que ocupan dentro del sistema propicia el retiro de miles de maestros. ¿Cómo rescatamos esta sabiduría acumulada? ¿Cómo rescatamos aquello que se gana cuando maestros recién egresados de la universidad, conviven y construyen con aquellas que llevan años?

La celebración del magisterio en estos tiempos es imprescindible y “agridulce” al mismo tiempo. Celebramos su vocación, pero no las limitaciones enormes para hacer su trabajo con excelencia.

Podemos juntos imaginarnos otra realidad y trabajarla: una escuela, un sistema en donde sean ellos y ellas el centro de la propuesta educativa; un escenario en donde la Escuela de Educación y el Programa de Maestros y Maestras de la universidad del Estado sean alta prioridad para los gobiernos, un escenario en donde sean compensados y compensadas dignamente. Esta realidad que imaginamos se parece a los contextos en que han florecido reformas educativas serias, profundas, consistentes, que han repercutido en transformaciones sociales importantes en distintas partes del mundo.

¿Por qué no regalar hoy a nuestra maestra, a nuestro maestro esta realidad posible? Una pirámide invertida en donde ellos sean los líderes de la educación de nuestra isla. Una pirámide invertida en donde el país invierta en su formación y en su trabajo de forma prioritaria.

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