

A la Avenida Santa Juanita en Bayamón no le falta ni le sobra una reja. Transitar por su santo asfalto es como visitar un museo de antiguos encierros y cuarentenas enmarcadas. Casi todos los negocios que la pueblan fueron alguna vez casas de urbanizaciones abiertas que cicatrizaron a fuerza de una libertad a la parrilla. No hay panadería, gomera, iglesia, salón de belleza, funeraria, restaurante chino o de pollo asado, oficina de médico o de abogado que no guarde en sus fachadas ventanas, marquesinas o balcones musicalizados por un pentagrama de barrotes de hierro o de aluminio. Facsímil razonable de la época ilustrada del escalamiento, la Avenida Santa Juanita es una mezcla del sueño de cualquier herrero medieval y el recuerdo de esa modernidad decimonónica típica de las novelas de Julio Verne.
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