Nada se escapa de la lengua; vivimos encerrados en ella, como decía Don José Trias Monge. Tan es así que para describirla hay que usarla. Ni ella se escapa de ella. ¿El IVA? Tampoco. La sigla del Impuesto al Valor Agregado (o Añadido), IVA, es una palabra homófona (suena igual pero no es lo mismo) con el verbo iba (pasado de ir en primera y tercera persona singular). Por ejemplo, yo iba, él iba, ¿y el IVA? Todavía… hay que esperar. Nada, que hasta de los impuestos se puede aprender algo sobre la lengua, como el concepto de palabras homófonas que acabamos de ver. Esta controversial sigla también nos conduce al gozoso mundo de la polisemia. Las palabras polisémicas son aquellas que suenan igual y se escriben igual pero tienen significados distintos. Por ejemplo, el banco donde usted deposita sus chavitos es muy distinto del banco donde usted “deposita” su fondillito. ¿Y qué tiene que ver esto con el IVA? Sin entrar muy a fondo, fíjese cómo ahora con el IVA, gracias a la polisemia, se altera, sutilmente, este intercambio oral en un breve encuentro entre dos coleccionistas de relojes:
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