Luis Rafael Sánchez
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Sones inconclusos

UNO

Sin ton ni son la irracionalidad le niega la palabra a quien discrepa. Cuando la irracionalidad se emperra se dedica a hostigar la palabra que razona. Tras marginar a la razón, tras cantarse victoriosa, la irracionalidad le entrega armas a su sombra. Violencia se nombra la sombra fiel de la irracionalidad.

Enemiga del acuerdo, de la tregua y de la palabra razonada, el son de la violencia florece en los escupitajos: Basura, Cabrón, Desgraciado, Hachepé, Mierdo, Puerco, Sucio, Tierra. Luego, la gaznatá y los puñetazos engalanan la irracionalidad. Luego, sin desperdiciarse en el ñeñeñé, la irracionalidad ordena el derramamiento de sangre. Incluso sangre de criaturas que recién irrumpen en la vida.

Baste recordar el son trágico que aureola a Ian, el niño de Cataño. Baste recordar el son de misterio que aureola a Lorenzo, el niño de Bayamón. Ambos son nombres labrados en la indignación colectiva puertorriqueña. Ambos son víctimas de crímenes sin esclarecer.

Baste recordar a los niños muertos en Ucrania, al son de los bombardeos allí ocurriendo por gentileza de Vladimir Putin. Cuya irracionalidad hitlerista auspicia el repugnante genocidio. Pero, ¿cuál genocidio no repugna?

Los amantes de Cortázar han celebrado el medio siglo de vida de la "antinovela" que sacudió el mundo de las letras hispanas tras su publicación, el 28 de junio de 1963, en Buenos Aires. (AFP / Juan Mabromata)
Todos los fuegos el fuego bautiza el argentino Julio Cortázar una recopilación de cuentos de olvido imposible. Repienso en La isla a mediodía. Repienso en Una flor amarilla. Repienso en la perfecta modulación cortazarina del suspenso narrativo. En homenaje a Cortázar, algún admirador suyo podría titular Todas las vilezas la vileza un opus comentarista de las vilezas, ahora mismito efectuándose dondequiera, escribe Luis Rafael Sánchez.

DOS

Todos los fuegos el fuego bautiza el argentino Julio Cortázar una recopilación de cuentos de olvido imposible. Repienso en La isla a mediodía. Repienso en Una flor amarilla. Repienso en la perfecta modulación cortazarina del suspenso narrativo.

En homenaje a Cortázar, algún admirador suyo podría titular Todas las vilezas la vileza un opus comentarista de las vilezas, ahora mismito efectuándose dondequiera.

El tal opus denunciará las atrocidades en que se emplea Donald Trump y las somozadas en que se emplea Daniel Ortega. Mandatorio será que la opinión equilibre las denuncias. La vileza es vileza cuando la activa un derechista experto en trampas y cuando la activa un izquierdista venido a humo, a nada. Los hechos chotean a ambos: Donald Trump y Daniel Ortega son ciudadanos del arrabal ideológico Fanatismo Ciego.

TRES

Todas las vilezas la vileza ha de firmarla un escritor con los galones en su sitio. Unos galones listos a condenar, parigualmente, los ayatolismos de cotona y turbante y los ayatolismos de gabán y corbata. Unos y otros les niegan a las mujeres la facultad de trazar, a su manera soberana, el destino que las satisfaga y beneficie. Si los ayatolismos clásicos fuerzan las mujeres a peinarse y vestirse así y asao, los ayatolismos posmodernos las estigmatizan como asesinas si intentan abortar, o las amenazan con condenarlas a presidio, durante veinticinco años, si abortan.

Tanto que manosean la moral los ayatolismos, sean clásicos o posmodernos, y cometen la inmoralidad de repentizar un púlpito en el andamiaje viril. Un son más insalubre que el susodicho se desconoce.

CUATRO

Exalto al puertorriqueño Pedro Juan Soto como artesano magno de una poética que rotulo de la sobriedad intensa. Un rótulo contradictorio. Pero, la contradicción me permite distinguir una poética apostante a los jugos fructuosos de la economía verbal, una poética emanante de didáctico mientras menos más. Sí, los adjetivos sobran si le escamotean rotundidad al sustantivo, si le quitan compás y son a la prosa o al verso.

Los jugos fructuosos de la economía verbal se regodean en Spiks, cumbre narratológica del autor e indagación de nuestras hazañas y proezas, allá en ultramar. Donde se nos intentó humillar con el gentilicio a que alude el título.

PERO, siendo como somos gente de cuero duro, gente que hace virtud de la vicisitud, gente con el tesón necesario para sobreponerse a lo malo y a lo peor, el intento de ridiculizarnos con el gentilicio no llegó a primera base.

Valoro el cuento Campeones como el escaparate lujoso de la poética de la sobriedad intensa, un cuento capaz de emocionar pero incapaz de enajenar. Campeones finaliza con un son devastador: Era un campeón. Iba alerta sólo al daño. Puruco, un spik a mitad de la adolescencia, confirmaría el desdichado presagio.

CINCO

La desesperanza emana del son iba alerta sólo al daño. Presagia el ascenso del susodicho daño a oficio. El oficio de mentir. El oficio de engañar. El oficio de corromper. El oficio de robar. El oficio de traicionar. El oficio de matar.

De un vivir tan siniestro como el de vivir para matar siempre supimos los adanidas, como nos llamamos los hijos de Adán. Vaya herencia la que arrostramos: el primer asesino del Valle de Lágrimas fue nuestro hermanito Caín. Vaya son mortuorio el que interpretó el primer cabrón: asesinó al otro primer hermanito.

Pero, ahora oigamos el son tristón de despedida:

-Muchas cosas mueren con un hombre se queja un personaje de Los justos, el drama teatral del francés Albert Camus. Y añade: Los asesinos no lo saben. Si lo supieran, ¿cómo harían para matar?

Tan desgarrada protesta, en forma de interrogación, la repite, minuto a minuto, cada habitante del Valle de Lágrimas, a excepción de los que tienen el matar por oficio. Nadie logra contestarla. Acaso lo logra un bolerazo de Pedro Flores, trovador de trovadores:

Qué extraña es la vida,

Cuántas verdades

No se comprenden

Y, sin embargo,

Son la verdad.

¡Verdad, cuántos sones inconclusos van contigo!

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