

La razón principal por la que comemos es para proveerle a nuestro cuerpo la energía que necesita para llevar a cabo sus funciones. Las plantas producen su propia energía, pero el resto de los seres vivos no, por lo que debemos obtenerla consumiendo otros organismos.
Cuando pensamos en los alimentos, imaginamos el comercial de televisión presentando una pareja en una cena romántica, recordamos lo sabroso que comimos durante las fiestas de Navidad, o evocamos los tiempos cuando salíamos a comer con nuestros padres los domingos.
La comida es de esas pocas cosas que podemos disfrutar con nuestros cinco sentidos. Miramos sus colores, nos deleitamos con sus sabores, olores y texturas, y hasta disfrutamos su sonido al masticarla o prepararla.
Sin embargo, desde el momento en que la comida toca nuestra lengua, se inicia un proceso químico en el que los alimentos se convierten en nutrientes que serán utilizados para el desarrollo, el mantenimiento y la reparación de todas las partes de nuestro cuerpo. Desde este punto, es que el estado de salud del cuerpo determinará si el cuerito del lechón o el chocolate de San Valentín pasarán desapercibidos o llevarán al individuo a la sala de emergencias de un hospital.
La alimentación de un adulto enfermo debe ser diferente a la de uno saludable porque sus necesidades van más allá de las básicas. La persona con un estado adecuado de salud goza del beneficio de comer todo tipo de alimentos, utilizando moderación. En contraste, un individuo con una o más enfermedades crónicas se enfrenta a diferentes modificaciones en su dieta tales como:
Un paciente con diabetes debe limitar los alimentos que proveen carbohidratos para evitar un aumento de su glucosa (azúcar) en la sangre. Si tuviera una herida, debe aumentar la vitamina C, el zinc y las proteínas para ayudarle a cicatrizar más rápido.
Un individuo que padece de la enfermedad crónica de obesidad debe limitar las cantidades de comida para alcanzar un peso saludable.
El jugo de la toronja puede aumentar los niveles de algunos medicamentos para bajar la presión y el colesterol en la sangre, provocando un incremento en efectos adversos o secundarios.
Se debe evaluar la capacidad para masticar o tragar de un paciente con la enfermedad de Alzheimer en etapas más avanzadas, para determinar si es necesario darle los alimentos majados o en forma de puré.
Estos son algunos ejemplos de los detalles que deben considerarse en la alimentación de un adulto enfermo. Es por eso que enfatizamos la importancia de visitar al médico de forma preventiva, ser perseverantes en la actividad física, y desarrollar y mantener buenos hábitos alimentarios.
El profesional de nutrición y dietética tiene los conocimientos y la experiencia para desarrollar planes de alimentación individualizados (basados en necesidades, gustos, preferencias y patrones socioculturales) con el fin de ayudar a las personas a alcanzar sus metas de salud.
La autora es Nutricionista-Dietista miembro del CNDPR.
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