



Soy la mayor de seis: cinco mujeres y un varón. Mami me tuvo cuando tenía 20 años y ya a los 30 había parido cinco. Eso quiere decir que cada año y medio me llegaba una nueva hermana o hermano. En otras palabras, de alguna forma, soy cuidadora desde muy pequeña.
Ya en mi madurez soy parte de ese grupo de adultos mayores cuidando a otros. Cada experiencia ha sido diferente en términos del esfuerzo que ha requerido y los retos que ha representado. Dos de mis tías ya fallecidas fueron a las que más tiempo y esfuerzo dediqué. Ninguna de las dos tenía pareja o hijos, así que nos tocó a las sobrinas cuidarlas cuando enfermaron. En el caso de mi tía Lya, fui su cuidadora principal en los casi ocho años que vivió en un hogar antes de fallecer. Los primeros dos fueron de hospitalizaciones constantes debido a las complicaciones por la pobre circulación en una de sus piernas. Y simultáneamente estaba su diagnóstico de demencia del lóbulo temporal, que dio como resultado cambios drásticos en su personalidad que hacían que, por momentos, se tornase violenta.

Leer sobre los diferentes tipos de demencia me ayudó a entender su proceso y aprender mucho sobre el tema para poder ayudar a otros. Luego de que se le amputara una pierna y se encontraran los medicamentos adecuados para estabilizarla emocionalmente, todo cambió para bien.
Recuerdo la ansiedad que me generó que los médicos me dijeran que la única alternativa para que ella tuviese calidad de vida era la amputación. “¿Y cómo yo le explico cuando se despierte lo que ocurrió con su pierna?”, les pregunté. Uno de los médicos sabiamente me respondió: “No le dices nada. Es muy posible que no se dé cuenta”. Y así fue. Después de esa operación, vivió más de seis años y nunca preguntó.
Mi otra experiencia como cuidadora fue con mi tía Annie. En este caso, éramos un equipo entre una de mis hermanas, mis dos primas, una cuidadora contratada y yo. Su estado de salud la llevó a estar encamada por varios meses, y el proceso de recuperación fue lento. Como económicamente no podíamos costear turnos de cuidadoras de 24 horas, nos tocó a nosotras quedarnos con ella, a veces las noches, y otras de día en turnos de cuatro u ocho horas. Yo estaba encargada del itinerario y créanme que fue difícil cuadrar los horarios y manejar los diferentes estilos de cuidadoras.
No siempre coincidimos en cómo se debían hacer las cosas, pero siempre pusimos las necesidades de Annie por encima de nuestras diferencias. Fue un periodo agotador. No puedo ni imaginar cómo lo hacen los que no tienen el apoyo de un grupo. Annie finalmente se recuperó, pudo caminar nuevamente y, aunque débil, duró unos añitos más.

En estos momentos, mi rol de cuidadora está enfocado en mi madre. A los 87 años está muy bien de salud en general, pero complicaciones a raíz de la osteoporosis severa que padece la han llevado a experimentar fracturas espontáneas en algunas de sus vértebras y, con estas, la pérdida de balance. Aunque se maneja muy bien con su andador (que insiste en no necesitar), lo cierto es que requiere apoyo en muchas áreas de su vida. Debido a que mi itinerario de trabajo es más manejable que el de mis hermanas, a mí me tocan todas las citas médicas, y llevarla a los laboratorios y estudios médicos. Aquí, el reto mayor ha sido el poder manejar el hecho de que ella se resista a aceptar sus nuevas limitaciones al haber sido una mujer tan independiente toda su vida. Lidiar con esta resistencia requiere mucha paciencia, compasión y empatía de nuestra parte.
Como ven, cada experiencia como cuidadora —y las que me falten— ha requerido y requerirá desarrollar diferentes destrezas. Es una realidad que uno se agota, se quema y se desespera por momentos, pero esto cambia en nada lo que he vivido al lado de esas mujeres, ya que siento que, ayudando a cuidarlas, he podido devolverles algo del amor que me han regalado. Ser cuidador no es una carga… es un privilegio.
En este Mes del Cuidador, valoramos y respetamos a quienes, con amor, paciencia y entrega, se convierten en el sostén emocional y físico de quienes más lo necesitan.
En MCS, reconocemos que cuidar es un acto de generosidad profunda, y por eso reafirmamos nuestro compromiso de apoyar a los cuidadores. Por eso, hemos desarrollado la Guía Para El Cuidador, en la que encontrarás información valiosa de como cuidarte, recursos y programas de apoyo entre otras herramientas. Recuerda que contamos con el MCS Club Te Paga, que puede ser un espacio de apoyo para ti. Visita www.mcsclubtepaga.com para conocer el calendario y las localidades. A todos los cuidadores: gracias por su dedicación incansable. Hoy y siempre, celebramos su valor.

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