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El hijo favorito: ¿mito o realidad?

Un asunto familiar que, si no es resuelto a tiempo, puede provocar conflictos en la vida adulta

9 de diciembre de 2025 - 12:00 AM

Hay que sacar tiempo para cada uno de los hijos de manera individual. Es normal sentir celos, tristeza o coraje, pero lo importante es conversar y que los padres, a tiempo, puedan aclarar esas situaciones y buscar soluciones para mejorar. (Suministrada)

Muchos conflictos familiares se generan por celos entre hermanos, que se acusan mutuamente de ser el favorito de alguno de sus progenitores. Y, aunque puede percibirse como un mito, el apego por un hijo en específico es una realidad que ocurre de manera inconsciente.

De hecho, la situación no puede despacharse como una pelea de niños que se desviven por tener la atención del padre o la madre, sino que el problema puede continuar a través de los años, debido a malentendidos sin resolver.

La doctora Patricia Landers Santiago, especialista en psicología escolar y clínica, aseguró que el asunto del hijo preferido “existe, pero no es algo que se hace de manera intencional”.

Al explicar la dinámica que se da en los hogares cuando hay más de un retoño, la psicóloga explicó que, “esto no tiene que ver con cuánto se ama a un hijo o hija, o que se ame a un hijo más que al otro”.

“Puede ser que esos padres y madres encuentren conexiones particulares, gustos, preferencias o estilos de personalidad que sean más afines con uno de los hijos o hijas. Es algo que sucede, pero no es intencional, ni tiene que ver con el amor como tal”, insistió.

¿Qué dice la ciencia?

Según Landers Santiago, hay estudios científicos que confirman “que muchos conflictos que tienen las personas en su adultez tienen que ver con situaciones que pasaron en la niñez y que no se resolvieron”.

“Una de estas podría ser la percepción de que uno de los hermanos o hermanas fue favorecido, que había esa preferencia, que no lo tomaron en cuenta, que fueron desplazados. Así que, muchas veces hay estas percepciones. Esto quiere decir cómo interpreto algo y, no necesariamente, es la realidad”, aclaró.

Asimismo, destacó que, “a lo mejor no hubo tal preferencia o amor hacia uno más que al otro, pero una de las partes lo percibió de esa manera”.

“Cuando hay ese favoritismo porque tenemos cosas afines, porque ‘este nene es tan obediente, hace todo y no me causa malos ratos’, pues hace que el padre o la madre sea más afín con un hijo que con el otro. Entonces, se puede percibir un trato desigual”, sostuvo.

De otra parte, habló del sentido de desplazamiento que genera la percepción de que “el hijo mayor es el favorito porque es el primero y, entonces, toda la atención es para ese hijo o hija”. No obstante, “eso no exime a ese hijo mayor de favoritismo porque, si llegaba un segundo hijo, el mayor se podría sentir desplazado o desplazada”.

“Hay mucha gente que dice, los hijos del medio aprenden a ser independientes porque tenemos uno mayor que, al parecer es el favorito, y luego está el menor, que es el sobreprotegido. Los hijos del medio, a veces, tienden a desarrollar mayor independencia”, resaltó.

Consecuencias del llamado favoritismo

Según la psicóloga, la percepción del hijo favorito puede ocasionar consecuencias emocionales, tales como problemas de autoestima, rechazo, tristeza o depresión.

Igualmente, “[quienes lo perciben] pueden desarrollar resentimiento, problemas de relaciones con sus hermanos o hermanas, conflictos familiares, celos, inseguridades y son personas que, quizás, no confían o tienen dudas sobre sí mismos”, indicó.

“En la adolescencia se observa más todavía, porque ahí vienen los cambios hormonales y exigencias de esta etapa, que pueden agravar estos sentimientos y convertirse en problemas de conducta”, señaló.

Cómo manejar la situación

Para la psicóloga clínica y escolar, existen varias técnicas para trabajar los celos entre hermanos, “pero hay que atenderlos en el momento”.

“Si nos damos cuenta de que hay comentarios o rechazo de uno de los hermanos hacia el otro, debemos sentarnos y dialogar sobre ese asunto en particular. No dejar que eso se acumule o que escale a otro nivel de intensidad”, mencionó.

“Si hay discusiones entre hermanos o hermanas y vamos a intervenir, nosotros, como padres o madres, no debemos tomar parte o decir que uno o el otro tiene la razón, sino que podamos intervenir y buscar qué pasó, porqué pasó, qué podemos aportar y cómo lo podemos resolver”, agregó.

De otra parte, apuntó que “como padres y madres, debemos estar conscientes de que ese favoritismo se da y reconocer que no es algo negativo”.

“Es cuestión de darnos cuenta de que, si estamos favoreciendo más a uno de los hijos que a otro, caer en tiempo para atenderlo desde la equidad; reconocer que uno de los hijos o hijas tiene unas necesidades particulares que, tal vez, el otro no tiene. También se deben evitar las comparaciones porque pueden crear resentimiento”, puntualizó.

“Además, hay que sacar tiempo para cada uno de los hijos de manera individual. Es normal sentir celos, tristeza o coraje, pero lo importante es conversar y que los padres, a tiempo, puedan aclarar esas situaciones y buscar soluciones para mejorar”, concluyó.

La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.

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Este contenido fue redactado y/o producido por el equipo de Suplementos de GFR Media.

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