Entre las montañas de Barranquitas y Aibonito, en el corazón de Puerto Rico, se esconde una maravilla natural que ha sido testigo de abandono, explotación y, más recientemente, redención ecológica: el Cañón San Cristóbal.

Hoy es un destino popular para excursionistas y amantes de la naturaleza. Sin embargo, su estado actual contrasta drásticamente con su pasado reciente.

Golpe en la montaña

Durante la primera mitad del siglo XX, la zona cercana al Cañón San Cristóbal fue utilizada para propósitos de agricultura y ganadería. En el barrio Honduras, en Barranquitas, se cosechó el tabaco, pero al caer la industria los locales optaron por sembrar frutos menores como el plátano y el ñame. Además, el terreno fue profundamente lacerado por el pastoreo, contribuyendo a la erosión y contaminación del suelo.

Sin embargo, el golpe más fuerte al cañón llegó a principios de la década del 1960, cuando parte de su terreno sirvió como un vertedero ilegal.

“Esta es mi forma de pensar. Puerto Rico pasa de ser un país agrícola, a la producción. Los desechos mayormente no eran plásticos, no eran industriales, no eran carros ni vidrios”, comenzó a explicar el geólogo Roberto Cerpa.

“Antes, los desechos eran mayormente biodegradables y no se consumía tanto. El país cambia a lo más urbano, los hábitos de consumo y la población empieza a aumentar. No estuve con estas personas, pero de seguro decían ‘¿qué hacemos con toda esa basura? No la podemos quemar en el patio’. Entonces, encuentran este lugar profundo y lejano (el cañón San Cristóbal)”, continúo.

Por más de dos décadas, camiones municipales llegaban al barrio Helechal (hoy Finca Don Felix) para depositar y quemar los desperdicios. La contaminación afectó el suelo, a los organismos acuáticos y el agua que discurre por los diversos ríos. “Era una combinación general de desconocimiento”, acató el también intérprete ambiental de Para La Naturaleza, organización encargada de administrar los terrenos que quedan bajo la jurisdicción del Fideicomiso.

Nuevo rumbo

En 1974, el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico logra proteger más de dos tercios de los terrenos del Cañón San Cristóbal y es oficialmente declarado una reserva natural. El terreno se recupera de manera orgánica, pues el desuso de herbicidas e insecticidas hacen que la fertilidad regrese a la tierra. Además, Para la Naturaleza, organización que maneja los terrenos, inicia su programa de reforestación luego del azote del huracán María.

Entre las 1,778 cuerdas de terreno existe una fauna de 149 organismos avistados y 645 plantas, entre especies endémicas, nativas y en peligro de extinción.

“El guamá, la moca, ramas menudas, el tecón, la flor de maga, que es la flor nacional de Puerto Rico”, enumeró Cerpa.

El cañón San Cristóbal es uno de los accidentes geográficos más impresionantes del Caribe Isleño y su importancia recae en la gran biodiversidad, sistema hidrológico y bosque. Ubicado en las altas montañas, el agua de sus múltiples ríos llega hasta la represa La Plata, uno de los embalses principales para el suministro de agua potable en Puerto Rico.

“No solamente esa agua se queda aquí, pero también trasciende para pueblos que están pendiente abajo. Además, sabemos que los bosques son productores de oxígeno, secuestradores de dióxido de carbono y este es un beneficio no solamente para Puerto Rico, esto es más bien global. El cañón también es un refugio para la vida silvestre”, promovió el experto.

¿Cómo recorrer el Cañón San Cristóbal?

La organización Para la Naturaleza ofrece recorridos guiados hasta varios miradores desde donde se aprecia la cascada El Alcón. La duración es de dos horas y puede reservarse en la página web: paralanaturaleza.org.

Otra alternativa es llegar a la Finca Don Félix y realizar la caminata autoguiada. El camino te llevará a uno de los miradores más cercano al cañón y podría tomarte entre 30 a 45 minutos caminando solo ida. Es importante llevar protección solar y calzado adecuado.