A la sombra del bullicio de la carretera PR-3, en Río Grande, se esconde un tesoro natural e histórico: la Reserva Natural Río Espíritu Santo. Allí, entre la vegetación espesa y la corriente del agua, una familia ha conservado por más de cinco décadas una tradición que mezcla turismo, cultura y amor por la naturaleza: el paseo en lancha por el único río navegable de Puerto Rico, conocido hoy como “La Paseadora”.

El origen de este negocio familiar se remonta a principios de la década de 1970, cuando Juan García Resto, vecino del área, quedó maravillado por la belleza del río. Motivado por esa conexión, adquirió un terreno colindante y un bote de aluminio con el que comenzó a ofrecer recorridos de manera informal.

Ocho años más tarde, junto a su esposa Gloria, inauguraron una lancha bajo el nombre “La VITICUEV”, acrónimo formado con las primeras sílabas de los nombres de sus hijas: Vicky, Tita, Cuca y Evelyn.

“Son recuerdos bien lindos. Aunque éramos adolescentes y queríamos hacer cosas de adolescentes, papi, nos enseñó que teníamos que trabajar”, recordó Evelyn, la menor de las cuatro hermanas.

Todos en la familia tenían un rol importante en el negocio. Cuca, la más artística, y Tita capitaneaban la lancha. Vicky se encargaba de vender los boletos; Evelyn, de recibir a los visitantes y Gloria, de las reservaciones.

El proyecto, sin embargo, tuvo una pausa inevitable cuando las hijas del matrimonio siguieron otros caminos personales y profesionales. La lancha quedó anclada y el río volvió a su calma habitual.

No fue hasta el año 2010 que Evelyn García decidió retomar el legado de sus padres. Impulsada por su amor por la naturaleza y su espíritu emprendedor, reactivó el negocio bajo un nuevo nombre: “La Paseadora”.

“Lo que se hereda no se hurta”, reza el refrán que mejor describe el giro que tomó la historia. Pero el escenario había cambiado. La zona, que antes consideraban simplemente parte de su hogar de crianza, ahora está protegida como reserva natural, bajo la categoría de conservación por su valor ecológico.

“Cuando mi papá comenzó, le pagábamos al Coast Guard por los permisos y el seguro. Durante los 30 años que esto estuvo detenido, el gobierno y el Departamento de Recursos Naturales realizaron estudios y determinaron que, por sus características ecológicas, debía ser una reserva natural. Ahora debemos pagarle tanto a Recursos Naturales como a Turismo”, explicó Evelyn.

Además de la reglamentación, otra transformación significativa ha sido la tecnología. “Las redes sociales y las promociones digitales son mucho más factibles y han sido un éxito”.

El Río Espíritu Santo forma parte de las 15 reservas naturales ubicadas en la región norte de Puerto Rico. Estas áreas, designadas por el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), tienen como propósito proteger ecosistemas únicos, frágiles y no renovables.

El río Caraibon antiguamente llamado así por los indios taínos, alberga una variedad de organismos de agua dulce y salada. Aquí habitan manatíes, rayas, pulpos, 14 especies de cangrejos, 15 tipos de corales y hasta tiburones. Por aquí también crecen los cuatro tipos de mangles que existen en la isla: rojo, blanco, negro y botón.

“Una petición contestada” así resume Evelyn la llegada de su hijo Juan Oscar Santana al negocio familiar. “Yo quería que uno de mis tres hijos se quedara con el negocio. Quería que continuara el legado, de generación en generación”, contó emocionada.

“El legado de mi abuelo lo llevo en mi corazón porque fui criado en este río. Don Juan, que de cariño le decíamos “Papá Juan”, nos enseñó amar al río y a las personas. Así que esa es la encomienda”, acató Juan Oscar.

Hoy, en los predios de “La Paseadora”, se celebran bodas, cumpleaños, eventos corporativos y otras actividades especiales. En las próximas semanas, lanzarán su página web para facilitar el proceso de reservación.

El servicio opera de jueves a domingo con cuatro salidas diarias: 9:00 a.m., 11:00 a.m., 1:00 p.m. y 3:00 p.m.

En fin, que este lugar tiene una importancia invaluable en términos ecológicos, pero su desarrollo y preservación han recaído en manos de una familia que, con empeño y amor, ha hecho del río su hogar y su legado.