

28 de octubre de 2025 - 9:00 AM


La práctica regular y activa del silencio, la meditación y la oración nos ayudan a mantener nuestra coherencia ante una realidad cada vez más caótica, fragmentada y llena de “falsas verdades”.
El sacerdote español Pablo d’Ors, autor del libro “Biografía del Silencio” (2012), estará de visita en Puerto Rico a partir de este domingo, 2 de noviembre, impartiendo talleres sobre cómo cultivar nuestro mundo interior como práctica integrativa. Según d’Ors, la meditación, la contemplación y el silencio son prácticas que plantean un compromiso real con la vida más que un retiro de la misma.
Sostiene el sacerdote que la meditación es una práctica para cultivar el ser y afirmar la integridad de nuestras dimensiones espirituales, corporales y mentales.
Ante el frenesí de la acción vacía y desbocada, sin propósito mayor; la práctica del silencio interior ayuda a redirigir nuestra brújula interior hacia las acciones que nos ofrecen algún propósito en nuestras vidas, indica.
D’Ors fundó en 2014 la red Amigos del Desierto, que promueve la práctica contemplativa, creyentes y no creyentes, como vía de interioridad y silencio.
Ante su visita a Puerto Rico y República Dominicana, D’Ors contestó por escrito las preguntas planteadas por este diario.
Nuestro mundo moderno está lleno de ruidos externos e internos, ¿por qué el silencio interior es importante hoy día?
“Porque sin silencio la palabra es pura palabrería. Sin silencio no hay receptividad o capacidad de acogida”.
¿Cuál es la relación entre Dios, la práctica del silencio y nuestro desarrollo espiritual?
“El silencio es el nombre secular de Dios. El silencio no es sólo ausencia de sonido, sino de ego. No puede haber espiritualidad sin silencio, es metafísicamente imposible. El silencio exterior prepara el silenciamiento interior, donde descubrimos la Supra-consciencia o misterio de Dios”.
¿Tiene el silencio su propio lenguaje?
“El silencio es el lenguaje en el que todas las tradiciones religiosas pueden encontrarse, porque la palabra es necesariamente analítica, mientras que el silencio es sintético por definición”.
¿Cómo la práctica del silencio y la contemplación ayudan a integrar nuestra dimensión espiritual con la mental y la corporal?
“Somos cuerpo y mente; pero es el silencio lo que nos permite tomar consciencia de ello. El silencio nos capacita para darnos cuenta de que somos más que corporeidad y personalidad: somos seres espirituales encarnados en una realidad material”.
Muchos pensarían que las prácticas de meditación, contemplación y de cultivar el silencio son una excusa para escapar de la realidad, ¿pero no son todo lo contrario: una manera de interactuar con nuestra realidad de una manera más integrativa, menos fragmentada y menos reactiva?
“Quien así piensa es, sencillamente, porque no lo conoce. La ignorancia es muy atrevida. Hay algo más importante que pensar y que actuar: mirar, escuchar… Primero hemos de recibir, y luego, ya veremos cómo pensamos lo recibido y si hay que actuar en algún sentido o no”.
Todo ser humano como ser natural busca automáticamente su estado de homeostasis o balance, ¿cómo las prácticas de contemplación y de silencio nos ayudan a salir del estado de fragmentación y agitación en que nos encontramos?
“Meditar es un camino para la unificación. Normalmente vivimos disgregados, separados, perdidos, hacia fuera… La práctica meditativa nos recoge, nos retorna a nuestro centro, nos recompone y nos devuelve a casa”.
¿Cuál es la relación entre el silencio y la esperanza?
“Gracias al silencio de la meditación, la esperanza se convierte en certidumbre. Yo no creo en Dios, le conozco. La esperanza es la virtud en la que se fragua la compasión y la sabiduría”.
El desierto natural tradicionalmente se asocia a la desolación, pero también está lleno de vida; al igual que podemos vivir una vida muy ocupada y habitar en una especie de páramo interior, ¿cómo encontrar vida en el silencio?
“El silencio es el camino hacia la luz, y la luz es el camino hacia el amor. Lo diré en lenguaje cristiano: la purificación conduce a la iluminación, y ésta a la unificación. Lo diré metafóricamente: el Desierto conduce a la Montaña, y ésta al Cielo”.
En el Evangelio se nos presenta a Jesús fluido espiritual y corporalmente; entrando y saliendo de multitudes; retirándose a orar y regresando al encuentro, ¿qué podemos aprender de ese comportamiento hoy en día?
“Que es preciso la exterioridad y la interioridad, salir y volver, exhalar e inspirar, salir por la mañana a trabajar, pero volver a casa por la noche a descansar. Si somos pura exterioridad, nos destruimos”.
Hay un cierto ethos de vivir en el desierto que habla de resiliencia y de adaptaciones a situaciones extremas; de aislamiento y unicidad. Jesús fue un verdadero habitante del desierto, ¿qué podemos aprender de esos primeros siglos de la joven iglesia cristiana?
“Lo que podemos hoy aprender es que, al igual que las primeras generaciones de cristianos, también en este momento histórico hemos de regresar al desierto, pues es ahí donde podremos recuperar nuestra identidad. No me refiero al desierto geográfico, naturalmente, sino a ese espacio metafórico entre la esclavitud y la plenitud que representa el desierto”.
9:00 a.m. - Centro Buen Pastor, Guaynabo
6:30 p.m. - Parroquia Nuestra Señora de Belén, San Juan
6:30 p.m - Universidad del Sagrado Corazón, Santurce
9:30 a.m. - Parroquia Nuestra Señora de Belén, San Juan
6:30 p.m. - Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo, University Garden
Más información: @visitapablodorsrd
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