D e todos los festivales del absurdo que periódicamente toman control de la política estadounidense, ninguno es más tonto que el alegato de que el invierno particularmente duro que está experimetando Washington demuestra que el cambio climático es una farsa y que, por ende, no tenemos que preocuparnos por la energía renovable, los paneles solares, los impuestos al uso del carbón y otras cosas de hombres afeminados.