

9 de octubre de 2025 - 11:10 PM
La nueva versión de “Kiss of the Spider Woman” logra capturar mucha de la profundidad, inteligencia y ambición de la novela de Manuel Puig. Lo que evita que sea el mismo recorrido dramático del filme de 1985, protagonizado por Raúl Juliá, William Hurt y Sonia Braga, es que esta es una adaptación del musical de Broadway.
En esa propuesta, la trama fue reestructurada por un libreto de Terrence McNally (“Master Class”, “Frankie and Johnny in the Clair de Lune”) y canciones de John Kander y Fred Ebb como un fascinante laberinto entre la cruda realidad y el escape mágico de los musicales cinematográficos.
En su brinco a la pantalla grande, el guion y la dirección de Bill Condon buscan crear un puente entre ambas lecturas de la narrativa de Puig. El resultado es entretenido, fascinante e imperfecto. Condon se niega a musicalizar la sección de la historia que sucede en una celda de una prisión en Argentina, una de las decisiones creativas más audaces de la obra. Esta no es una decisión creativa fatal, pero no deja de frustrar la forma en que limita lo que se podría haber hecho en pantalla con la relación entre Molina y Valentín.
Lo otro que sucede es que coloca las interpretaciones de Diego Luna y Tonatiuh permanentemente bajo la sombra de lo que hicieron Juliá y Hurt en su versión.
La estructura de la historia es la misma. Molina es el nuevo compañero de celda de Valentín, un prisionero político. La dinámica es una variación de la pareja dispareja en un contexto diferente. Valentín es todo intelecto y explosividad masculina. Molina es todo emoción y feminidad extrovertida. Parte de la creatividad de los números musicales de la obra que se dan en la prisión, es la forma sutil en que van quebrantando estos arquetipos de los géneros.
En esta versión, Condon limita las secuencias musicales a dramatizar cómo ese género cinematográfico de la época dorada de Hollywood se convierte en la forma en que Valentín escapa de todos los sufrimientos de su vida. “Mientras más enfrentas la realidad, más cicatrices tendrás”, dice la letra de “Where You Are”, el número emblemático de esta versión del musical. En esta secuencia, Condon demuestra una y otra vez que domina por completo este género y que adora rendirle tributo a sus encarnaciones pasadas.
Este también es uno de los mejores momentos de la interpretación de Jennifer López en esta película. Resulta totalmente creíble que López podría haber llegado al estrellato en los 40 y 50 en este género. Donde el filme falla es en cómo maneja el uso del personaje titular. En esta versión, la mayoría de los números musicales son parte de una película protagonizada por la actriz favorita de Molina. La mujer araña es uno de los roles de ese filme. En la obra, este personaje se manifiesta como un enigma, el ángel de la muerte que se escapa de la pantalla grande y está rondando la prisión donde están los protagonistas.
Aquí se maneja como otro cambio de vestuario para la actriz que está interpretando López. Este tropiezo no es culpa de la artista. Claramente, la dirección de Condon no logra reconciliar las dos sensibilidades centrales de la versión musical. Como consecuencia, el número musical titular no tiene el impacto mágico y enigmático de las interpretaciones en Broadway de Chita Rivera o Vanessa Williams.
En contraste, la efectividad dramática de López en este rol se manifiesta claramente en su interpretación de “I Do Miracles”. En esta secuencia, el filme logra engranar la intertextualidad de la realidad y la fantasía del dilema de estos personajes y crear algo mágico y conmovedor.
Si el director se hubiera entregado de lleno a este enfoque, el filme sería más contundente en capturar los logros artísticos de la versión musical de esta historia.
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