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Hígado graso: cardiólogo revela dos estudios clave para detectar esta enfermedad

Esta afección silenciosa requiere un seguimiento médico cuidadoso a través de tratamientos

27 de agosto de 2025 - 4:25 PM

El hígado graso es una condición a menudo asintomática y asociada con factores específicos como el sobrepeso, la mala alimentación, la diabetes y el sedentarismo. (La Nación Argentina / GDA)

Miles de personas en Estados Unidos sufren la afección conocida como hígado graso, una condición a menudo asintomática y asociada con factores específicos como el sobrepeso, la mala alimentación, la diabetes y el sedentarismo.

Existen dos tipos principales: no alcohólico y alcohólico.

“El hígado graso no da síntomas. Primero es la acumulación de grasa dentro de las células del hígado y eso se inflama y cicatriza. Hasta ahí lo podemos revertir. Pero cuando pasa la cirrosis ya es mucho más difícil”, explicó el cardiólogo Jorge Tartaglione.

En ese sentido, afirmó que el hígado graso es un factor de riesgo para el infarto de miocardio y ACV.

“A mí como cardiólogo me da una alerta a futuro porque puedes tener un problema cardíaco. Si tengo un paciente de 40 años con hígado graso, tengo que estar muy atento. Es como si yo le hiciera un análisis de corazón 10 años antes porque le va a impactar en el corazón. Me da la alerta del corazón”, especificó.

Asimismo, remarcó que, si no se controla, puede evolucionar a tres tipos de patologías: cirrosis, fibrosis y cáncer de hígado.

Etapas del daño heoático.
Etapas del daño heoático. (La Nación Argentina / GDA)

Detección: los estudios clave

Dado que el hígado graso suele ser asintomático en sus etapas iniciales, el especialista aconsejó dos estudios clave para detectarlo y evitar su evolución en el organismo.

“Para diagnosticar es la ecografía y el análisis de sangre. Cuando las enzimas hepáticas están elevadas ahí está la sospecha”, dijo.

“Cuando veas esa ecografía puedes hacer muchas cosas para estar mejor. Trata de alimentarte sano y saludable. Chequéate”, añadió.

Sobre este punto, recomendó el siguiente tratamiento:

  • Actividad física
  • Pérdida de peso
  • Dieta saludable
  • Abstinencia del alcohol

Tartaglione también atribuyó el número elevado de esta condición en el país y en el mundo al consumo de jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), un endulzante líquido industrializado a partir de almidón de maíz, presentes en muchos productos procesados por su bajo costo y poder edulcorante.

“Circula en muchos alimentos. Vas a comprar algo y es el que tiene cuatrocientos productos, evítalo. Es más barato que el azúcar. Ese jarabe en el único lugar donde se metaboliza es en el hígado. Lo impacta y se acumula”, concluyó.

Se le adjudica el alza de casos a nivel mundial al consumo de jarabe de maíz de alta fructosa, un endulzante líquido industrializado a partir de almidón de maíz, presentes en muchos productos procesados por su bajo costo y poder edulcorante.
Se le adjudica el alza de casos a nivel mundial al consumo de jarabe de maíz de alta fructosa, un endulzante líquido industrializado a partir de almidón de maíz, presentes en muchos productos procesados por su bajo costo y poder edulcorante. (Shutterstock)

Dieta mediterránea

Esta dieta se ofrece como la más eficaz para el tratamiento del hígado graso porque cuenta con antioxidantes, fibra (que aporta el consumo de frutas, verduras, legumbres, semillas), cereales integrales, omega 3 y es baja en azúcares. Es importante evitar el consumo de alcohol y de bebidas azucaradas. No se trata de abandonar la ingesta de grasa sino de controlar la cantidad de energía que se ingiere y a través de qué alimentos proviene.

Consumir aceite de oliva a diario. Lo mejor es usarlo crudo en ensaladas para que no pierda su composición al calentarse. No es necesario cocinar todo con oliva, puedes mezclar otros aceites para cocinar.

Aumentar el consumo de pescado semanal. Si comes pescado una vez cada quince días empezar a incorporarlo todas las semanas en el menú; si lo comes una vez a la semana, aumentarlo a dos. De esta manera se irá disminuyendo paulatinamente las carnes rojas, siempre combinándolas con verduras o cereales, para que no sean el alimento principal o único del plato.

Aumentar el consumo de frutas y verduras. Si no comes ni una sola fruta empezar por incluir todos los días al menos una unidad y lo mismo para las verduras. Estos son los alimentos que más vitaminas, minerales y fibra aportan. Intentar subir la cantidad hasta incluir cinco porciones al día.

Empezar a consumir legumbres como las lentejas, garbanzos y porotos. Tenemos arraigado el concepto que si no comemos carne no estamos consumiendo proteínas, pero las legumbres también las aportan y más si las mezclamos con cereales.

Si consumimos lácteos y derivados, optar por los descremados y bajos en grasa.

Sumar frutos secos, son una fuente inagotable de grasas saludables cardioprotectoras.

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