

22 de noviembre de 2025 - 12:36 PM

Diversas investigaciones describen que la interacción entre magnesio y potasio puede influir en el metabolismo de lípidos y azúcares, lo que abre la posibilidad de emplear esta dupla como un recurso para quienes buscan revertir o controlar el hígado graso mediante ajustes en la alimentación y el estilo de vida. Los análisis le atribuyen diversos beneficios y lo presentan como la regla de oro para aquellos que padecen esta condición hepática.
De acuerdo con HealthLine, esta enfermedad, conocida también como esteatosis hepática, se presenta cuando el órgano acumula grasa por encima del 5% de su composición total.
Este fenómeno ocurre por desequilibrios ligados a la alimentación, exceso de peso, resistencia a la insulina, colesterol elevado, diabetes tipo 2 o consumo excesivo de alcohol.
Su progresión puede llevar a padecerinflamación, fibrosis o cirrosisy alterar funciones comola desintoxicación y el procesamiento de nutrientes.
El hígado actúa como una estación de filtrado y organización metabólica, en condiciones normales gestiona toxinas, energía y digestión. Cuando la grasa se acumula en exceso, esta capacidad se ve limitada.
La enfermedad afecta al 25% de la población mundial y se relaciona tanto con hábitos nutricionales como con factores metabólicos complejos.
Las investigaciones indican que la etapa inicial del hígado graso es reversible si se controlan estos factores. La clave es detener la progresión hacia cuadros inflamatorios más serios.
En este contexto, surge el interés por ciertos minerales, entre ellos el magnesio y el potasio, estudiados por su relación con distintos parámetros metabólicos.
Varios estudios señalan que el magnesio y el potasio se relacionan inversamente con la acumulación de grasa corporal y con alteraciones metabólicas.
En grupos con tolerancia a la glucosa deteriorada se observó que una mayor ingesta dietética de ambos minerales se asoció con un menor porcentaje de grasa.
Esto es posible debido a que el magnesio participa en numerosos procesos enzimáticos. Su presencia es fundamental para el metabolismo de la glucosa y para el funcionamiento de la insulina.
Además, tiene un rol en el equilibrio oxidativo del organismo. La obesidad se vincula a un aumento del estrés oxidativo, por lo que un nivel adecuado de este mineral puede ser relevante en estos entornos.
El potasio, por su parte, muestra relación inversa con el índice de masa corporal y con la cantidad de grasa corporal.
Además, contribuye al mantenimiento de la masa muscular, lo que influye en la regulación del metabolismo y en el uso de energía. El estudio publicado en Frontiers observó que una correcta proporción entre sodio y este mineral tiene efectos favorables en el control del peso.
Las formulaciones que combinan estos dos minerales se han estudiado en pacientes con diabetes tipo 2 para evaluar su impacto en la hiperlipidemia, el trastorno que se caracteriza por niveles elevados de grasas o lípidos en la sangre.
En un ensayo de 60 días se registró una reducción en los niveles promedio de colesterol en diferentes grupos de intervención, asociados a la combinación de magnesio y potasio.
Si bien ciertos grupos mostraron una disminución más marcada cuando se administró potasio solo, la combinación general obtuvo resultados estadísticamente significativos en la reducción del colesterol total. Esto respalda el interés en emplear ambos minerales como complemento dentro de un plan de manejo metabólico.
Al analizar esta combinación, la misma investigación, publicada por la revista de Endocrinology, Diabetes & Metabolism, reportaron mejoría en marcadores hepáticos y renales tras la intervención. Esto incluye reducción de colesterol y ajustes positivos en parámetros relacionados con la función del hígado.
De acuerdo con National Library of Medicine, una disminución prolongada del magnesio puede afectar la función mitocondrial. Al ser un cofactor esencial para procesos energéticos, su carencia limita la oxidación de ácidos grasos y la producción de ATP, que las células hepáticas utilizan como energía inmediata para sus funciones metabólicas.
Esta situación afecta el funcionamiento del hepatocito y puede acelerar la progresión de la enfermedad del hígado graso.
El estrés oxidativo es otro factor clave. Este mineral contribuye a regular la respuesta inflamatoria y a reducir la oxidación excesiva. Cuando sus niveles son insuficientes, aumenta la infiltración de células inflamatorias en el hígado, lo que favorece la liberación de sustancias que dañan el tejido y aceleran la fibrosis.
En las enfermedades ligadas al alcohol, la deficiencia de magnesio se asocia a trastornos del metabolismo de glucosa y ácidos grasos. Esto suele manifestarse en valores elevados de triglicéridos y en una reducción de las lipoproteínas de alta densidad.
La obtención de estos minerales mediante la dieta requiere conocer qué alimentos concentran mayores cantidades. Determinadas verduras, semillas y legumbres que destacan por su densidad nutricional en ambos elementos, lo que facilita el cumplimiento de los requerimientos diarios sin necesidad de suplementación.
Las recomendaciones oficiales establecen que las mujeres adultas deben incorporar entre 310 y 320 miligramos diarios de magnesio, mientras que los hombres requieren cantidades superiores, entre 400 y 420 miligramos. Sin embargo, diversos estudios nutricionales revelan que la mayoría de adultos consumen cantidades inferiores a las sugeridas.
Según la lista de Health, entre los alimentos que proporcionan este mineral se encuentran:
Estas opciones resultan prácticas para incorporar en colaciones o como complemento de platos principales. Sin embargo, el procesamiento industrial de estos alimentos podría disminuir significativamente el contenido mineral, por lo que seleccionar productos sin procesar o con mínima intervención maximiza la ingesta efectiva.
Respecto al potasio, los hombres adultos deben consumir 3400 miligramos diarios, mientras que las mujeres necesitan 2600 miligramos, según los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés). Entre los alimentos que aportan este mineral se encuentran:
Algunos alimentos ofrecen cantidades significativas de ambos minerales simultáneamente y simplifica la planificación dietética. Por ejemplo, una taza de habas cocidas proporciona 80 miligramos de magnesio y 955 miligramos de potasio.
La palta destaca particularmente: una pieza completa sin piel ni semilla contiene 73 miligramos de magnesio y 1070 miligramos de potasio. Una taza de arroz integral cocido ofrece 78 miligramos del primer mineral y 174 miligramos del segundo.
Incorporar regularmente estos alimentos en patrones alimentarios variados facilita alcanzar los requerimientos minerales sin depender de suplementos. La diversidad dietética asegura además el aporte de otros nutrientes esenciales que actúan sinérgicamente, por lo que optimiza la salud metabólica y hepática de manera integral y sostenible.
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