A sus 59 años, Harry Robles aún se levanta a las 6:00 de la mañana para trabajar en su atelier de alta costura en Condado.

El diseñador puertorriqueño que comenzó su carrera a mediados de la década del 80 es el único de su generación que mantiene su taller de confección en la isla, donde participa en cada etapa de producción de sus vestidos, desde la parte creativa inicial hasta el trazo de patrones y cortes de tela.

“Yo estoy en todo. Además de que soy diseñador, soy patronista, corto los trajes... en este trabajo hay que saber hacerlo todo. Cada detalle importa y al final lo que más me disfruto es que la clienta salga contenta por la puerta”, contó Robles en entrevista con El Nuevo Día.

Tras tres décadas de exitosa trayectoria que lo han posicionado como un referente en la industria de la moda local, el modisto recibirá este jueves la Medalla Presidencial de la Universidad Ana G. Méndez (UAGM) durante la ceremonia de graduación de la institución que se celebrará en el Centro de Convenciones en San Juan.

“Me pone muy contento, porque nunca recibí un reconocimiento de esta magnitud. Cuando llegan estos homenajes también uno se da cuenta de que se va poniendo viejo”, dijo entre risas. “Pero debo decir que me da mucha satisfacción que se reconozca mi trabajo. Para mí, que la gente me salude y que se reconozca mi nombre ya es un premio y una meta cumplida”, reflexionó el galardonado.

Por su parte, el presidente de UAGM, José Méndez Méndez, destacó que la Medalla Presidencial es una distinción que celebra la excelencia y las contribuciones valiosas de aquellos que han demostrado con su labor una aportación significativa al país. “Nos honra reconocer al diseñador Harry Robles por su trayectoria y su compromiso con la industria del diseño en Puerto Rico. Su visión y legado son inspiración para las nuevas generaciones que se forman en nuestras aulas”, expresó Méndez Méndez en declaraciones escritas.

La destacada carrera de Robles incluye más de 10,000 vestidos hechos a medida y una fiel clientela que abarca desde artistas internacionales hasta varias generaciones de familias puertorriqueñas. “Ya estoy en la tercera o cuarta generación de clientas. A veces llegan y me dicen ‘tú le hiciste el traje de boda a mi mamá’ o las mismas mujeres a las que les hice su traje vuelven años después y eso es bien bonito”, expresó el diseñador, que se define como uno “clásico, pero moderno”.

Mantenerse vigente en una industria tan competitiva y cada vez más retante por el contexto económico y el fenómeno del “fast fashion” no es tarea fácil, pero Robles defiende el valor del trabajo artesanal. “La moda es pasajera, pero si quieres tener una profesión como esta, tienes que ejercerla con responsabilidad, empeño y mantener tu estilo sin dejar de modernizarte”, sostuvo y añadió que lo que más le gusta de su trabajo es diseñar vestidos de novia y de noche, porque le permiten jugar con la imaginación y dejar volar la creatividad.

“Estamos en una época bien retante. Por estudiar la carrera no se es diseñador. Hay que tener disposición para aprender, para cocer, para meterse al taller”, afirmó al reflexionar sobre el futuro de la industria de la moda.

A pesar de haber tenido oportunidades para estudiar o trabajar fuera de la isla, Robles decidió siempre quedarse en Puerto Rico. “Me ofrecieron irme a estudiar afuera, pero no soy tan aventurero. He tenido la suerte de ser profeta en mi tierra, como quien dice, y me siento agradecido de poder vivir de esto aquí en mi isla”, remarcó.

Aunque el camino recorrido es largo, Robles todavía no piensa en el retiro y sigue construyendo su legado. Continúa al frente de su taller, trabajando con la misma disciplina de sus comienzos. “Todavía hay trabajo. Siempre hay trabajo. Mantengo mi clientela y hasta ahora sigo en esto, disfrutándomelo”, concluyó Robles.