WASHINGTON - Poco después de que el presidente Donald Trump asumiera el cargo en enero, el personal del preescolar bilingüe CentroNía comenzó a ensayar qué hacer si llegaban a la puerta los oficiales del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).

Como ICE se convirtió en una presencia regular en su barrio históricamente latino este verano, los maestros dejaron de llevar a los niños a los parques cercanos, bibliotecas y patios de recreo que una vez habían sido considerados una extensión del aula.

Y en octubre, la escuela suprimió su querido desfile del Mes de la Herencia Hispana, en el que los padres inmigrantes solían vestir a sus hijos con disfraces y camisetas de fútbol de sus países de origen. ICE había empezado a detener a miembros del personal, todos ellos con estatus legal en Estados Unidos, y a los responsables de la escuela les preocupaba llamar más la atención.

Todo esto ocurrió antes de que los funcionarios del ICE detuvieran en octubre a una maestra dentro de un centro preescolar de inmersión en español de Chicago. El suceso dejó a los inmigrantes que trabajan en el cuidado de niños, junto con las familias que dependen de ellos, sintiéndose asustados y vulnerables.

El impulso de Trump para la mayor deportación masiva de la historia ha tenido un impacto desproporcionado en el campo del cuidado infantil, que depende en gran medida de los inmigrantes y ya está bajo presión por la escasez de trabajadores.

Los cuidadores de niños y maestros de preescolar inmigrantes, la mayoría de los cuales trabajan y viven legalmente en Estados Unidos, dicen que están angustiados por posibles encuentros con funcionarios del ICE. Algunos han abandonado el sector y otros se han visto obligados a dejarlo por los cambios en la política de inmigración.

En CentroNía, la directora general Myrna Peralta dijo que todo el personal debe tener estatus legal y autorización de trabajo. Pero la presencia de ICE y el miedo que genera han cambiado el funcionamiento de la escuela.

“Eso domina realmente toda nuestra toma de decisiones”, dijo Peralta.

En lugar de llevar a los niños a pasear por el barrio, los miembros del personal los empujan en cochecitos por los pasillos. Y el personal convirtió un aula en una biblioteca miniatura cuando la escuela descartó una asociación con una biblioteca local.

Las escuelas y los centros de cuidado infantil estuvieron una vez fuera de los límites de los funcionarios de ICE, en parte para mantener a los niños fuera de peligro.

Pero esas normas se eliminaron poco después de la toma de posesión de Trump. En su lugar, se insta a los funcionarios de ICE a ejercer el “sentido común”.

Tricia McLaughlin, portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, defendió la decisión de los funcionarios del ICE de entrar en el centro de preescolar de Chicago.

Dijo que la maestra, que tenía un permiso de trabajo y fue puesta en libertad más tarde, era pasajera en un coche que estaba siendo perseguido por funcionarios del ICE.

Salió del coche y corrió hacia el preescolar, dijo McLaughlin, haciendo hincapié en que la maestra fue “detenida en el vestíbulo, no en la escuela”. El hombre que había estado conduciendo entró en el preescolar, donde los funcionarios le detuvieron.

Aproximadamente una quinta parte de los trabajadores de guarderías estadounidenses nacieron fuera de Estados Unidos y una quinta parte son latinos.

La proporción de inmigrantes en algunos lugares, sobre todo en las grandes ciudades, es mucho mayor: En Washington DC, California y Nueva York, aproximadamente el 40% de la mano de obra dedicada al cuidado de niños ha nacido en el extranjero, según el Centro para el Estudio del Empleo en el Cuidado de Niños de la Universidad de Berkeley.

Los inmigrantes en este campo suelen tener mejor formación que los nacidos en Estados Unidos. Los procedentes de América Latina ayudan a satisfacer la creciente demanda de centros preescolares en español, como CentroNía, donde algunos padres matriculan a sus hijos para darles una ventaja en el aprendizaje de otro idioma.

El Consejo Americano de Inmigración estimó en 2021 que más de tres cuartas partes de los inmigrantes que trabajaban en la atención y educación infantil vivían y trabajaban legalmente en Estados Unidos. Los centros preescolares como CentroNía llevan a cabo rigurosas comprobaciones de antecedentes, incluida la verificación de que los empleados tienen autorización para trabajar.

Más allá de los esfuerzos de deportación, la administración Trump en los últimos meses ha despojado del estatus legal a cientos de miles de inmigrantes.

Muchos de ellos habían huido de la violencia, la pobreza o los desastres naturales en sus hogares y recibieron el Estatus de Protección Temporal, que les permitía vivir y trabajar legalmente en Estados unidos.

Pero Trump puso fin a esos programas, obligando a muchos a abandonar sus puestos de trabajo... y el país. Solamente en un mes, 300,000 inmigrantes de Venezuela perdieron su estatus de protección en noviembre pasado.

CentroNía perdió a dos empleados cuando perdieron su TPS, dijo Peralta, y un inmigrante nicaragüense que trabajaba como maestro se fue por su cuenta.

Tierra Encantada, que dirige centros preescolares de inmersión en español en varios estados, tuvo una docena de maestros que se fueron cuando perdieron su TPS.

En CentroNía, una empleada fue detenida por el ICE mientras caminaba por la calle y retenida durante varias horas, sin que pudiera ponerse en contacto con sus compañeros para informarles de su paradero. La directora de la escuela, Joangelee Hernández Figueroa, dijo que fue puesta en libertad esa misma noche.

Otra empleada, la profesora Edelmira Kitchen, dijo que el ICE la paró cuando se dirigía al trabajo en septiembre. Los agentes le exigieron que saliera del coche para interrogarla. Kitchen, ciudadana estadounidense que emigró de la República Dominicana cuando era niña, dijo que se negó y que finalmente la dejaron marchar.

“Me sentí violado en mis derechos”, dijo Kitchen.

Hernández Figueroa dijo que la mayor presencia del ICE durante la intervención federal en la ciudad ha pasado factura a la salud mental de los empleados. Algunos han ido al hospital con ataques de pánico en plena jornada escolar.

Cuando la ciudad envió consultores de salud mental a la escuela a principios de este año como parte de una asociación con el Departamento de Salud Mental, la dirección de la escuela les hizo trabajar con los profesores en lugar de con los estudiantes, preocupados de que su angustia se extendiera a las aulas.

“Si los profesores no están bien”, dijo Hernández Figueroa, “los niños tampoco lo estarán”.

No sólo los adultos se sienten más ansiosos. En una escuela Montessori Guidepost de Portland (Oregón), los profesores observaron cambios en los niños de preescolar en las semanas posteriores a una detención del ICE cerca de la escuela en julio.

Tras detener a un padre que llevaba a su hijo al colegio, los agentes se encontraron con él en el estacionamiento del centro e intentaron detenerlo.

En la conmoción que siguió, la escuela se cerró: Se sacó a los niños del patio y los profesores pusieron música a todo volumen e hicieron cantar a los niños para ahogar los gritos.

Amy Lomanto, directora del centro, dice que los profesores han observado más arrebatos entre los alumnos y más estudiantes que se retiran a lo que el centro llama “la estación de regulación”, una zona en la oficina principal con juguetes que los niños pueden utilizar para calmarse.

Afirmó que lo ocurrido en su escuela pone de manifiesto que ni siquiera las comunidades ricas, como la que atiende la escuela, son inmunes a este tipo de sucesos.

“Con la situación actual, cada vez somos más los propensos a sufrir este tipo de traumas”, afirmó. “Ese nivel de miedo ahora está calando mucho más en toda nuestra sociedad”.

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Esta historia fue traducida del inglés al español con una herramienta de inteligencia artificial y fue revisada antes de su publicación.