Ante la decisión del gobierno de Pedro Pierluisi de restituir los feriados por la promulgación de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y el natalicio de José Celso Barbosa, dos doctores en Administración Pública y un catedrático en Economía discreparon en su forma de evaluar la política pública que eso comunica en torno a la cultura de trabajo y la productividad de la clase obrera.
El gobierno permitió, además, que cada jefe o jefa de agencia determine si cerrará oficinas desde este miércoles a viernes, para que los empleados disfruten del resto de la semana con cargo a vacaciones.
Mario Negrón Portillo, exdirector de la Escuela Graduada de Administración Pública de la UPR, opinó que este tipo de determinaciones “son decisiones políticas para ganar adeptos, pero el mensaje que se envía a la población es terrible” porque, a su juicio, contribuye a la falta de ética de trabajo.
La investigadora de la Escuela Graduada de Administración Pública, Palmira Ríos González, evaluó, por el contrario, que son días donde muchos empleados toman vacaciones y comparten con su familia dado a que es la última semana de receso académico de los menores y coincide con los días libres que históricamente se habían concedido como parte de los derechos adquiridos.
Otorgar toda la semana con cargo a vacaciones no lo interpreta como una concesión, sino como una medida de administración pública, que permite una planificación más eficiente de la organización del trabajo. “De esta forma, hay una planificación de la oferta disponible y el público también sabe que en estos días no pueden hacer las gestiones”, observó.
Los días 25 y 27 de julio se habían concedido como feriados por su relevancia histórica y política. No solo los autonomistas y anexionistas celebran la promulgación de la Constitución y el natalicio de José Celso Barbosa, respectivamente, sino que los independentistas conmemoran, en el 25 de julio, los asesinatos de Carlos Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado en el Cerro Maravilla.
La eliminación de estos feriados, en 2017, ocurrió como parte de las políticas de austeridad que no solo implicó recortes a beneficios, sino a los días históricamente concedidos, comentó Ríos.
El abogado y profesor de derecho corporativo, Carlos Díaz Olivo, opinó en una columna de El Nuevo Día que esta decisión del gobierno promueve la pereza, lo que entiende conduce a un alto nivel de desempleo y a la continuación de la crisis económica.
Contrario a esa percepción, el economista Heriberto Martínez Otero, catedrático adjunto en la Universidad de Puerto Rico (UPR), mencionó que los feriados aportan a la economía porque las personas aprovechan estos días de ocio para patrocinar los comercios, paradores y hacer turismo interno.
Argumentó, además, que las economías más avanzadas del mundo han promovido una reducción de jornada porque parten de la noción de que “trabajadores más descansados son más productivos”. “Se están moviendo a la jornada de 32 horas semanales, de tres días de descanso sin reducir el salario. Ya se ha aplicado en Suecia, Escocia y en muchos países y se está discutiendo en España ahora mismo”, comentó Martínez.
Agregó que la jornada de 40 horas semanales viene de una mentalidad del siglo XIX, de la era de la manufactura. En el siglo XXI, se trata de una economía de la innovación.
Otro problema de fondo
En lo que sí coincidieron los entrevistados es que no hay peor aliciente a la cultura de trabajo que el salario de miseria que ganan los empleados quienes reciben el salario mínimo federal de $7.25 la hora. Un trabajador a tiempo completo, con salario mínimo, gana poco más de $1,100 mensuales y cerca de $14,000 anuales, lo cual está cerca y, dependiendo de la cantidad de hijos, puede ser inferior al nivel de pobreza federal.
Negrón Portillo atribuyó la pérdida del compromiso con el trabajo tradicional a los “salarios de miseria”, que ganan estos empleados. “La gente se da cuenta que viven más tranquilos y mejor sin trabajar. Es una miseria lo que se paga... $7.25 no da para vivir”, puntualizó.
Con ese último aspecto coincidió Ríos González, quien opinó que los salarios han probado ser insuficientes para que las personas empleadas - sobre todo, las mujeres- puedan sostener a sus familias. “Cómo se fomenta el trabajo y la cultura de trabajo tiene que ver con hasta qué punto esa persona puede mantener una vida de calidad, sostenerse a si mismo y a su familia versus los beneficios de ese trabajo”, puntualizó.
Martínez Otero también invitó a cuestionar “¿a qué modelo de país y sociedad nosotros aspiramos? ¿A un modelo donde la gente no tenga tiempo de ocio, de descansar, de compartir con la familia?“.