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Cederían a biblioteca comunitaria en Santa Isabel el terreno en el que ha operado por 25 años

Una resolución ante la consideración de la Cámara de Representantes haría oficial que el área que la biblioteca ha ocupado desde 1999 le pertenezca y acabaría la incertidumbre en que ha vivido la comunidad el pasado año

25 de mayo de 2024 - 12:00 PM

En una foto de archivo, se observa a un niña trabajando muy concentrada en la biblioteca comunitaria del barrio Villa del Mar, en Santa Isabel. Entre 25 y 30 niños van a diario a la biblioteca a hacer asignaciones y recibir tutorías. (Ramon Tonito Zayas)

La Cámara de Representantes tendrá ante su consideración en su próxima sesión, el 4 de junio, una resolución conjunta que otorga a una junta vecinal de Santa Isabel la titularidad de un terreno en el que ha operado, por 25 años, una biblioteca comunitaria cuya ubicación, junto a una exuberante bahía, le había convertido, según vecinos, en objeto de codicia de intereses ajenos a la comunidad.

La medida, de la autoría de los representantes Gabriel Rodríguez Aguiló, del Partido Nuevo Progresista (PNP) y Estrella Martínez, del Partido Popular Democrático (PPD), recibió un informe positivo de la Comisión de Vivienda, que preside Ángel Fourquet. El presidente de la Comisión de Reglas y Calendario, Ángel Matos, dijo a El Nuevo Día que la pieza será llevada ante la consideración del pleno cameral en la próxima sesión.

“Para nosotros, es extremadamente importante que se aclare todo en cuanto al terreno de la biblioteca, porque una biblioteca es importante para cualquier comunidad, especialmente en Santa Isabel, donde no hay más bibliotecas”, indicó Jacqueline Ortiz, quien hace 12 años dirige de manera voluntaria la biblioteca, ubicada en el barrio Villa del Mar, una de las comunidades más pobres de Puerto Rico.

La biblioteca es operada, desde 1999, en lo que era un terreno baldío propiedad del Departamento de la Vivienda, por la Junta de Residentes Preocupados por la Educación, compuesta por voluntarios que atienden a diario a decenas de niños de todo Santa Isabel y hasta de pueblos limítrofes que van a buscar ayuda con sus asignaciones y proyectos.

El personal también atiende a adultos que necesitan ayuda con trámites gubernamentales que requieren uso de computadoras o conocimiento de inglés. El traspaso se haría por el precio nominal de un dólar.

La Junta operó la biblioteca bajo el entendimiento de que el terreno les había sido cedido por el gobierno en 1999, tras lo cual se construyó la estructura, que no es más que un salón, con donativos.

Pero el año pasado, al gestionar los permisos para una ampliación valorada en $100,000 donada por la Asociación de Contratistas de América, Vivienda quiso ponerlos bajo contrato de $1 al mes por solo un año y requerirles un seguro valorado en $1 millón, lo cual está fuera de todas las posibilidades de la Junta, señaló Alberto Rodríguez, quien colabora como voluntario con la comunidad desde la fundación de la biblioteca.

Por su labor en la biblioteca, Jacqueline Ortiz recibió hace un año el premio Dorothy Richardson de Liderazgo Comunitario, por parte de NeighborWorks America, una organización no gubernamental con sede en Washington.
Por su labor en la biblioteca, Jacqueline Ortiz recibió hace un año el premio Dorothy Richardson de Liderazgo Comunitario, por parte de NeighborWorks America, una organización no gubernamental con sede en Washington. (El Nuevo Día)

La Junta se negó a firmar el contrato. Cuando se presentó el proyecto de Rodríguez Aguiló y Martínez –quien representa a Santa Isabel en la Cámara–, Vivienda detuvo sus gestiones con la Junta, dijo Rodríguez. El senador Albert Torres se comprometió con Rodríguez a tramitar la medida en el Senado una vez sea aprobada en la Cámara.

“Mi sospecha es que hay gente que quiere este terreno”, manifestó Rodríguez.

La biblioteca ubica en una comunidad muy pobre. Pero, a su alrededor, se han desarrollado durante los pasados años una zona de restaurantes y una marina.

“Se puede deducir que nos quieren quitar el terreno porque está cerca del mar”, opinó Ortiz. “Los niños estaban preocupados por la biblioteca. Los adultos nos piden que hagamos todo lo necesario para que no nos la quiten”, añadió la mujer, que hace un año recibió el premio Dorothy Richardson de Liderazgo Comunitario, que NeighborWorks America, una organización no gubernamental, con sede en Washington, le confirió por su trabajo en la biblioteca.

A diario, entre 25 y 30 niños acuden cada tarde a la biblioteca a recibir asistencia y tutorías, que imparten Ortiz, quien tiene un bachillerato en Química del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR), más otros voluntarios. Ortiz se hizo cargo de la biblioteca, en 2012, tras recuperarse, de manera básicamente milagrosa, de un balazo en la cabeza que recibió durante un tiroteo que no tenía que ver con ella en 2003 y concluir sus estudios en el RUM.

La ampliación, explicó Rodríguez, permitirá recibir más niños y reclutar estudiantes de escuela superior que sirvan de tutores a menores más pequeños. En este momento, los niños que no caben en el salón son atendidos en una carpa, lo cual es un problema con los eventos de calor excesivo que azotan la isla, sobre todo en el sur.

“Los niños vienen todos los días, no importa que se hayan acabado las clases. Vienen para mantenerse al día en las materias o para compartir con otros niños”, expresó Ortiz.

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